
¿Qué son los alimentos funcionales?
El término “alimentos funcionales” es una denominación genérica que representa más un concepto que un grupo bien definido de alimentos, y engloba a todos aquellos alimentos que poseen propiedades que son beneficiosas para la salud, que van más allá de las atribuidas a los nutrientes que contienen.
Así, se define un alimento funcional como cualquier alimento o ingrediente alimentario que puede producir un efecto beneficioso para la salud, además de su tradicional función nutricional. Estas propiedades beneficiosas se deben a la presencia de compuestos biológicamente activos que se encuentran en el alimento.
Para que un alimento se considere alimento funcional debe cumplir las siguientes condiciones generales:
- Debe producir un efecto fisiológico beneficioso sobre el estado de salud físico o mental, y/o reducir el riesgo de enfermedad.
- Las citadas propiedades beneficiosas sobre la salud deben estar demostradas mediante una sólida y verdadera base científica.
- El componente alimentario responsable de sus efectos fisiológicos debe ser caracterizado por sus propiedades físicas y químicas, así como identificado y cuantificado por los métodos analíticos posibles.
- El compuesto citado tendrá que haber sido evaluado en poblaciones humanas en relación con su absorción, distribución, metabolismo, excreción y metabolismo de acción.
- Debe ser efectivo en todos los miembros de una población (edad, constitución genética, etc.).
- Debe mantener las características propias de un alimento, es decir, no puede presentarse en forma de píldoras, cápsulas, comprimidos, polvos, etc. permitiendo ser integrados en la alimentación habitual del individuo.
- Las cantidades del consumo necesarias para manifestar sus efectos beneficiosos tienen que ser las habituales en un patrón normal de alimentación.
Estas condiciones generales pueden variar ligeramente dependiendo del país donde nos encontremos. Así en Japón es imprescindible que los alimentos o ingredientes sean de origen natural, mientras que en Estados Unidos se incluyen en esta categoría alimentos que son suplementados con ingredientes (denominados “alimentos de diseño”) como por ejemplo, los transgénicos (alimentos no naturales).
Incluso dentro de Europa, dado que por el momento no existe una legislación común en todos los países que la forman, cada país puede desarrollar sus propias normativas.
Por tanto, un alimento funcional, dependiendo del país considerado puede ser uno de los incluidos a continuación:
Alimento natural.
- Alimento procesado, al que se le han añadido o eliminado ciertos componentes.
- Alimento en que la composición de uno o más de sus componentes (nutrientes o no nutrientes) se ha modificado, mediante técnicas de ingeniería genética, con el fin de aumentar sus características funcionales.
- Alimento en los que tecnológica o biotecnológicamente se les ha modificado la biodisponibilidad de uno o más de sus componentes.
Cualquier combinación de estas posibilidades.
Alimentos y componentes alimentarios en los alimentos funcionales actuales
Los alimentos de origen vegetal han sido objeto de gran interés para la búsqueda de compuestos biológicamente activos, a los cuales, se les atribuyen las propiedades beneficiosas de dicho alimento. Por ello, se han realizado investigaciones con el fin de identificarlos, y como consecuencia se han identificado docenas de compuestos.
Dado su origen vegetal, han recibido el nombre de sustancias fitoquímicas. Algunos ejemplos de estos alimentos que presentan estas sustancias son:
Avena: es una buena fuente de fibra soluble. Actualmente existen evidencias científicas de que el consumo de este alimento vegetal reduce los niveles plasmáticos de colesterol total y LDL, y como consecuencia reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares (Thongoun P., 2013).
Se ha estimado que el consumo diario de 60g de harina de avena o 40g de salvado de avena puede reducir el 5% del colesterol plasmático.
Soja: desde la década de los 90, la soja ha sido objeto de atención por su alto contenido en proteínas y la elevada calidad de la misma. Contiene isoflavonas a las cuales se les atribuye el efecto hipocolesterolemiante de la soja (reduce el colesterol plasmático). También contiene otros compuestos como inhibidores de proteasas, fitoesteroles, soponinas, etc., a los que se les atribuye un efecto anticancerígenos.
En un metanálisis se observó que las isoflavonas de la soja podrían disminuir el riesgo de padecer cáncer de mama en mujeres asiáticas pre y post menopáusicas. Sin embargo no observaron esta asociación en mujeres de países del Este (Chen M., 2014).
Semillas de lino: el interés de este alimento está basado hasta ahora en las características de su aceite. El aceite de linaza contiene rico la mayor cantidad de ácido graso linolénico contiene aproximadamente un 57% respecto a los ácidos grasos totales. Sin embargo el interés se ha centrado en unos compuestos asociados a la fibra, los lignanos. Estos compuestos se han asociados a la prevención de cánceres dependientes de ciertas hormonas, disminución de los niveles plasmáticos de colesterol total y LDL (Almario, R.U., 2013).
Tomates: en los últimos años, los tomates han recibido una especial atención debido al posible papel en la reducción del cáncer debido a su alto contenido en licopeno.
En un estudio de cohorte, realizado en 47.000 varones, se ha demostrado que el consumo de tomates y productos derivados, diez o más veces por semana, disminuye el riesgo de desarrollar cáncer de próstata avanzando en un 50% respecto a aquellos que nos los ingieren. En otros estudios, también relacionan el consumo de tomates y por consiguiente del licopeno que contienen, con su efecto en la prevención del cáncer de próstata (Silberstein T., 2013)
Los mecanismos de acción que tratan de justificar este efecto en la reducción del cáncer se basan en su función antioxidante. Se estima que la función antioxidante del licopeno puede ser el doble de activa que el del β-caroteno.
Ajos y otras especies del género Allium: el ajo es el alimento vegetal más nombrado en la literatura por sus propiedades medicinales. Los efectos beneficiosos sobre la salud son numerosos, incluyendo: preventivo del cáncer, antibiótico, antihipertensivo e hipocolesterolémico.
El bulbo intacto del ajo, contiene un aminoácido aromático, denominado alliína, y cuando se rompen los dientes (con un golpe) este aminoácido se libera y se transforma en otros compuestos que contienen sulfuros, algunos de los cuales están siendo estudiados en la prevención del cáncer.
Los compuestos del ajo parecen inhibir la formación de tumores en numerosos modelos experimentales y este efecto parece que también se observa en humanos. Sin embargo, en humanos todavía los estudios son algo contradictorios (Guercio V., 2014).
También se la han atribuido efectos positivos en la prevención de las enfermedades cardiovasculares por su efecto sobre la presión arterial (Shouk R., 2014) y sobre el colesterol sanguíneo (Ried K., 2013). Diferentes estudios sugieren que el consumo de 800mg de ajo al día, el equivalente a medio o un diente entero de ajo, pueden disminuir los niveles de colesterol en un 9-12%. Sin embargo, no existen suficientes evidencias para recomendarlo de forma diaria en la práctica clínica ni se conoce exactamente el compuesto responsable de este efecto.
Brócoli y otras especies de crucíferas: a estos alimentos se les atribuyen propiedades anticancerígenas. Este efecto es atribuido a la presencia de glucosinolatos. Cuando estos compuestos se liberan se degradan en otros compuestos, como por ejemplo en índoles e isotiocianatos. A ambos compuestos se les atribuyen efectos en la prevención del cáncer.
En algunos estudios realizados en ratas, se observó este efecto anticancerígeno del brócoli e incluso antiinflamatorio, sin embargo los resultados no pueden generalizarse a otras especies de crucíferas (Brassicas) (Lippmann D., 2014).
Cítricos: numerosos estudios han demostrado que desempeñan un papel preventivo en una gran variedad de cánceres en humanos. Tiene importantes nutrientes como la vitamina C, folatos y fibra, pero se le atribuye esta propiedad a otro compuesto, el denominado limoneno.
Se han realizado numerosos estudios con este compuesto en gran variedad de tumores, tanto espontáneos como inducidos, y los estudios sugieren que es un buen candidato para la prevención del cáncer, dada su actuación en la fase inicial de la carcinogénesis (desarrollo del cáncer).
Té: es la segunda bebida más consumida en el mundo. La atención ha recaído sobre el contenido en compuestos polifenólicos (tienen un carácter antioxidante), especialmente en las variedades del té verde. Estos compuestos pueden llegar a representar el 30% del peso seco de las hojas frescas. Se han realizado estudios de estos compuestos por su efecto en la prevención del cáncer, sin embargo, los estudios no han sido concluyentes.
Se ha sugerido que los efectos beneficiosos del té podrían estar restringidos a elevadas ingestas y a sólo poblaciones de alto riesgo de padecer cáncer.
Vino y uva: particularmente el vino tinto puede reducir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Este efecto es bien conocido y se atribuye a su contenido en compuestos fenólicos (Ziberna L., 2013).
Aceite de oliva: se caracteriza por su riqueza en ácido oleico (w-9), superior a la de otros aceites comestibles. Además contiene otros compuestos a los cuales, se les atribuyen propiedades antiinflamatorias, como el escualeno.
La primera mención del posible efecto beneficioso del aceite de oliva para la salud fue en el Estudio de los Siete Países. Recientemente, se ha publicado el estudio PREDIMED (2013), en el cual se ha estudiado el efecto de la dieta Mediterránea en las enfermedades cardiovasculares. En este último estudio, se concluyó que una alimentación enriquecida con aceite de oliva o frutos secos, puede reducir la incidencia de enfermedades cardiovasculares.
Alimentos diversos que contienen oligosacáridos: existen múltiples alimentos que contienen oligosacáridos ya que forman parte de la fibra vegetal. Contribuyen con la proliferación de ciertas especies de la microbiota intestinal, por lo que se consideran prebióticos. Por ejemplo: espárragos, cebollas, remolacha, etc.
Alimentos diversos que contienen fitoesteroles: los esteroles vegetales o fitoesteroles representan en el reino vegetal el equivalente al colesterol vegetal. Se encuentran en las distintas partes de los vegetales, por lo que forman parte de la dieta habitual. Sin embargo, su ingesta varía enormemente dependiendo de los hábitos alimentarios del individuo, llegando a una variabilidad en la ingesta de esteroles vegetales entre 500 y 160mg/día.
Se les atribuyen propiedades hipocolesterolemiantes dado que impiden la correcta absorción del colesterol animal y como consecuencia, reducen el colesterol plasmático. Este efecto ha sido demostrado con un consumo diario de 1,5-2,5g/día, provocando reducciones del colesterol total del 10% y colesterol LDL del 8%.
Incluso se han realizado estudios en niños con hipercolesterolemia y se ha obteniéndo como resultados una reducción significativa del colesterol LDL (Garoufi A., 2014).
Por ello, hoy en día se adicionan esteroles vegetales a múltiples alimentos funcionales, como por ejemplo, las margarinas o yogures líquidos.
En la siguiente tabla, se resumen los alimentos mencionados, sus correspondientes compuestos y los efectos que provocan en la salud:
Alimento |
Compuesto identificado |
Efecto en la salud |
Avena |
Fibra soluble |
Reduce el colesterol (enfermedades cardiovasculares) |
Soja |
Isoflavonas |
Reduce el colesterol (enfermedades cardiovasculares) |
Semillas de lino |
Lignanos |
Prevención de cánceres dependientes de hormonas |
Tomate |
Licopeno |
Reducción del cáncer |
Ajos y otras especies del género Allium |
Alliína y productos de su degradación (compuestos sulfurados) |
Prevención del cáncer |
Brócoli y otras especies de crucíferas |
Glucosinolatos y productos de su degradación (índoles e isotiocianatos) |
Anticancerígeno |
Cítricos |
Limoneno |
Prevención del cáncer |
Té |
Compuestos polifenólicos |
Prevención del cáncer |
Vino y uva |
Compuestos fenólicos |
Reducción de las enfermedades cardiovasculares |
Aceite de oliva |
Ácido oleico (w-9) |
Propiedades antiinflamatorias (enfermedades cardiovasculares) |
Alimentos diversos que contienen oligosacáridos |
Oligosacáridos (fibra vegetal) |
Prebióticos, son beneficiosos para la microbiota intestinal |
Alimentos diversos que contienen fitoesteroles |
Esteroles vegetales o fitoesteroles |
Reducción del colesterol (enfermedades cardiovasculares) |
Hay que destacar, que los alimentos que tienen un efecto anticancerígeno, siempre están referidos a la prevención del mismo, es decir, a prevenir el desarrollo del cáncer en sus distintas fases. En ningún caso se refiere a que la ingesta de alguno de estos alimentos tenga un efecto curativo en cánceres ya desarrollados. Su consumo se recomienda como medida preventiva pero no curativa.
Por otro lado, también se han realizado investigación sobre los alimentos de origen animal que contiene compuestos que producen un beneficio para la salud y que pueden formar parte de alimentos funcionales.
Algunos de estos alimentos son:
Pescado: desde que se descubrió la baja tasa de mortalidad por enfermedades cardiovasculares en la población esquimal, cuya alimentación está basada en el consumo de alimentos de origen marino, las investigaciones se han centrado en el papel de los ácidos grasos poliinsaturados w-3 en la prevención de algunas enfermedades como el cáncer y las enfermedades cardiovasculares.
El efecto cardioprotector del pescado se ha asociado por una parte a la capacidad del ácido graso w-3 para disminuir los niveles de triglicéridos en un 25-30% (no siendo efectivos en la reducción del colesterol total ni LDL) y, sobre todo, por su capacidad antiagregante (disminuye la viscosidad de la sangre). Este último efecto, se ha atribuido a la presencia de eicosanoides.
Por ello, según los efectos mencionados, se recomienda el consumo de pescados azules, ricos en ácidos grasos w-3, en las dietas cardiosaludables (Piñeiro-Corrales, G., 2013).
Productos lácteos: los derivados lácteos pueden ser considerados como alimentos funcionales, no sólo por ser la fuente de calcio por excelencia, que les permite desempeñar su importante papel en la prevención de la osteoporosis y posiblemente también en el cáncer de colon.
Las últimas investigaciones se han centrado en los productos lácteos fermentados, conocidos como probióticos, ya que los alimentos son el vehículo de los microorganismos vivos hasta el intestino, donde producen su efecto beneficioso al mejorar el balance de su microflora intestinal.
Se han identificado en torno a 400 especies de bacterias que pueden colonizar el tracto gastrointestinal humano, de las cuales se han dividido en dos categorías: las beneficiosas, como Bifidobacterium Bifidobacterium y Lactoballius, y las perjudiciales, como Enterobacterias y Clostridium.
Los principales probióticos son los lactobacilos, bifidobacterias y algunas levaduras, a los cuales se les han atribuido distintos efectos beneficiosos entre los que destacamos: hipocolerterolémico, anticancerígenos y actúan evitando que otros microorganismos perjudiciales se desarrollen en el intestino. Más recientemente, se le han atribuido propiedades moduladoras del sistema inmunológico.
Las evidencias apoyan el papel de los probióticos en la reducción del riesgo de cáncer, particularmente el de colon. Hoy en día, se sabe que las bacterias lácticas presentes en los lácteos fermentados pueden alterar o modular la actividad de diferentes enzimas fecales, que pueden desempeñar un papel en el desarrollo del cáncer de colon (Ramírez Ramírez, JC., 2011).
El efecto sobre el sistema inmunológico se ha atribuido al efecto de los probióticos en la estimulación de la formación de anticuerpos, aumentando así la respuesta inmune.
Otros componentes presentes en los productos lácteos que han sido relacionados con efectos beneficiosos sobre la salud son: el ácido linoleico conjugado, dado que reduce el riesgo de carcinogénesis, los esfingolípidos, podrían modular la diferenciación celular y la carcinogénesis, y el ácido butírico de la leche, que no está presente en ningún alimento común, es el sustrato energético por excelencia de las células del colon.
Ternera: la incorporación de este alimento dentro de la categoría de alimento funcional es bastante reciente, ya que fue a finales de la década de los 80 cuando se aisló por primera vez, un ácido graso con propiedades anticancerígenas, el ácido linoleico conjugado (ALC).
El ALC se ha encontrado en alta concentración en la grasa de los rumiantes (ternera, cordero y productos lácteos). Se ha demostrado que este compuesto es efectivo en la supresión de tumores de estómago, colon y mama en animales de experimentación. En estudios con modelos en mamíferos, el ALC ha sido un efectivo anticarcinógeno en una proporción en sus dietas de 0,1-1%, que es una cantidad superior al consumo estimado en humanos (1g/persona/día).
Con consecuencia de estos resultados se han realizado investigaciones con el fin de aumentar el contenido de ALC en la leche de vaca y en la carne de los rumiantes mediante cambios en la alimentación de los animales (Martínez Marín, A.L., 2007). Así se ha descrito que cuando los rumiantes comen forraje verde, el contenido de ALC intramuscular aumenta más que cuando se les alimenta con raciones concentradas y de paja.
Hay que destacar que se desconoce el mecanismo de acción por el cual el ALC actúa como un anticancerígeno modulando el desarrollo de tumores.
En la siguiente tabla, se resumen los alimentos mencionados, sus correspondientes compuestos y los efectos que provocan en la salud:
Alimento | Compuesto identificado | Efecto en la salud |
Pescado | Ácidos grasos w-3 | Enfermedades cardiovasculares |
Productos lácteos |
Probióticos Prebióticos Ácido linoleico conjugado (ALC) Esfingolípidos Ácido butírico |
Enfermedades cardiovasculares Cáncer gastrointestinal Infecciones gastrointestinales Modulador del sistema inmune |
Ternera | Ácido linoleico conjugado (ALC) | Distintos tipos de cáncer |
Fuente Mataix, 2009.