
Trastornos alimentarios
Teniendo en cuenta que la adolescencia es una etapa de la vida especialmente complicada desde el punto de vista alimenticio, ciertas condiciones pueden hacer necesario que un control dietético sea imprescindible. En esta sección revisaremos algunas de estas situaciones o pautas de comportamiento.
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Los motivos pueden ser muchos, pero casi siempre relacionados con la moda, la silueta, la religión o la atribución de propiedades extraordinarias, los que llevan, fundamentalmente a las jóvenes, a someterse a dietas restrictivas o muy modificadas en determinados alimentos, con el consiguiente riesgo que esto puede suponer para la salud.
Uno de los casos más frecuentes es la elección de una dieta vegetariana, sin suficiente conocimiento y ningún tipo de complemento, lo que lleva a deficiencias principalmente en proteínas y vitaminas, aunque también pueden presentar deficiencias energéticas y en la ingesta de grasa. La falta de proteínas y/o energía por parte de la alimentación, provoca que el organismo utilice proteínas propias como fuente de energía, lo que supone pérdida de masa muscular, disminución de la tasa de crecimiento y desarrollo físico y retraso en la maduración sexual.
En estos casos cobra mayor importancia una buena educación nutricional y alimentaria. Si bien es perfectamente factible llevar una alimentación libre de productos animales en esta etapa de la vida, los adolescentes deben conocer cómo suplir y corregir la alimentación cuando se deciden por una opción alimentaria restrictiva o modificada.
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El embarazo durante la adolescencia es una situación de gran compromiso nutricional que implica, por un lado, el crecimiento materno y, por otro, tiene un importante riesgo de no suministrar las demandas que implica el desarrollo fetal (Mataix, 2009). Las adolescentes embarazadas tienen mayores necesidades nutricionales que las embarazadas adultas (Rosso y Lederman, 1982) debido a que son dos los organismos que están en crecimiento, el de la madre y el del futuro bebé. También hay que contemplar que algunas adolescentes embarazadas ya tenían un estado de nutrición inadecuado previo al embarazo e, incluso, pueden tener los mismo hábitos poco saludables frecuentes en su edad que se han comentado anteriormente.
Por ello, es fundamental que reciban apoyo familiar e institucional procurando incluirlas en un programa de seguimiento que contemple la valoración nutricional con vigilancia de la ingesta de alimentos y el aporte de suplementos de vitaminas y minerales. Además, hay que trasmitirles que la alimentación debe ser equilibrada en cantidad y en calidad, siendo muy importante que adquieran regularidad en las comidas para evitar ayunos prolongados.
Para calcular los requerimientos energéticos se utilizan ecuación que varían en función de la edad y de los trimestres de gestación, tal y como se detalla en las siguientes tablas (fuente: Institute of Medicine, Food and Nutrition Board. Dietary Reference Intakes for Energy, Carbohydrate,Fiber, Fat, Fatty Acids, Cholesterol, Protein and Amino Acids.Washington, DC: National Academy Press, 2002)
Las recomendaciones diarias de proteínas durante el segundo y tercer trimestre de un embarazo normal son alrededor de 1,1 g/kg de peso corporal al día, o 25 g de proteína adicional por día por encima de las IDR (ingesta diaria recomendada) de mujeres no embarazadas. Puede ser necesaria la ingesta de 2g/kg en caso de un estrés moderado o grave. También deben cuidarse las raciones aportadas de vitaminas y minerales. Se debe poner especial cuidado en mantener adecuados niveles de zinc y de ácido fólico.
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De todos es conocido que las “espinillas” y los “puntos negros" son propios de la adolescencia. En su formación intervienen la testosterona, las glándulas sebáceas y otros factores como el estrés o el momento del ciclo menstrual, etc. Tradicionalmente se ha culpado a la dieta de los adolescentes de la aparición del acné. Sin embargo, estudios cuidadosamente controlados no han conseguido comprobar esta correlación.
A pesar de que no tenemos todavía claro el papel del zinc en el desarrollo y tratamiento del acné, es posible que su déficit dé lugar a un aumento de la producción de ácidos grasos libres en el folículo pilosebáceo. Ciertos estudios han encontrado valores bajos de zinc en quienes padecían acné severo, lo que sugiere que la deficiencia de zinc aumenta este trastorno.