Detrás del rubio estaba el frío
Y es que además de rubias eran frías, distantes. Sofisticadas sí, altivas, sí, pero sólo para reforzar que son inalcanzables. Imposibles no para un director físicamente no normativo, sino para los grandes seductores del cine. Ni Cary Grant, ni Sean Connery pueden lograr seducirlas y, por obstinarse en ello, pondrán su vida, posición social, y fortuna en riesgo. Estas mujeres en torno a las que se mueve la cámara son simplemente inaccesibles, imposibles. No una femme fatale más del cine negro. Son muertas reencarnadas (Vertigo), ladronas escapistas (Marnie), espías asesinas (North by northwest), peligrosas siempre, un precipicio por el que arrojarse. Si además deciden atacar al perseguidor, entonces resultarán mortales. Véase el caso de Roger Thornhill pidiéndole a Eve Kendall en la habitación del hotel, tras la escena de la fumigación de campos de cultivo con una avioneta: “Apuesto a que podrías llevar a un hombre a la muerte casi sin proponértelo, así que deja de proponértelo.” [Leer+]