El nacionalismo es un fenómeno cultural y político cuyo origen y desarrollo ha sido explicado desde muy diferentes enfoques. Algunos centran la atención en su aspecto cultural, relacionado con la aparición de la conciencia de pertenencia a un grupo humano con características comunes diferentes a los de otros grupos humanos. Otros explican el nacionalismo desde variables relacionadas con aspectos materiales, como la aparición del mercado, la necesidad de construir Estados que lo regulen, o el interés de algunos grupos sociales en la creación de nuevos Estados. Aquí se describen los más influyentes de estos enfoques.

La aparición del nacionalismo está inextricablemente unida a la del Estado-nación, y resulta imposible entender su lógica sin conocer el momento histórico en el que ambos surgen. Aquí se presentan análisis de los factores políticos, sociales e ideológicos que contribuyeron a la aparición del nacionalismo en torno al siglo XIX en Europa.

Las naciones no son "hechos naturales", o espontáneos, sino el resultado de un proceso en el que interviene en alto grado la voluntad de crear una identidad común y de reclamar un Estado propio para ella. En este tema se describe cómo se "inventan" las naciones a partir de las evidencias aportadas por diferentes procesos de construcción nacional.

No todos los grupos sociales tienen el mismo protagonismo en el proceso de construcción de la nación. Los intelectuales y, en general, los que desempeñan tareas relacionadas con la educación y la administración pública, suelen ser los principales impulsores de los movimientos culturales y políticos que dan lugar al nacionalismo.

El territorio de Europa del Este presenta historias peculiares que han dado lugar a rasgos específicos de sus nacionalismos. En esta zona las fronteras han estado cambiando a lo largo de los últimos siglos con mucha más frecuencia que en Europa occidental y muchos de los Estados actuales son completamente nuevos o han heredado un pasado de largo sometimiento a otras potencias. A la vez, la coexistencia de grupos humanos de diferentes idiomas o religiones en el mismo territorio ha hecho más difícil en el Este de Europa la formación de los Estados-nación.

En el entorno europeo la lengua es la principal variable que alimenta las identidades nacionales, el principal factor divisivo  en torno al cual se han construido los nacionalismos y, a su vez, el instrumento más utilizado desde los Estados, o los proto-Estados, en su política de creación y fortalecimiento de las identidades nacionales. En este tema se presenta la diversidad lingüística europea y su relación con la formació de los Estados-nación.

La Unión Europea, como sistema político, necesita legitimidad popular, apoyo de las poblaciones de los Estados miembro. A la vez, para avanzar en el camino hacia la solidaridad entre los Estados y las políticas comunes, las instituciones de la UE deben basarse en un sentimiento de identidad compartida, una percepción extendida entre los ciudadanos europeos de pertenencia a una misma entidad política, la UE. Ese sentimiento de identidad común europea no es contradictorio sino complementario con el de identidad nacional, pero su existencia no puede darse por supuesta.

La sociedad europea es cada vez más multicultural como resultado de procesos ya muy consolidados de inmigración desarrollados desde los años sesenta. Esta coexistencia en la ciudadanía de grandes grupos de individuos con otras lenguas, religiones, culturas y características físicas plantea desafíos a las premisas mono-culturales en las que se ha basado la creación de la identidad nacional de la mayoría de los Estados europeos. En otros casos, la existencia dentro de los Estados de minorías con idiomas diferentes al mayoritario, y ocupando territorios en los que esa minoría es mayoritaria, provoca tensiones políticas complejas.

El federalismo se ha presentado a menudo como solución a las tensiones creadas por la existencia de territorios dentro del Estado en los que un grupo cultural - religioso, étnico, lingüístico- , es mayoritario, mientras que resulta minoritario en el conjunto del Estado. Sin embargo, la "solución" federal se ha demostrado poco eficaz, en términos pacificadores, en muchos de estos casos, y puede dar lugar a su vez, a la creación de nuevas tensiones, especialmente en los casos de "federalismo asimétrico", en los que no todas las entidades federadas tienen los mismos niveles de autonomía.

España afronta un problema de distribución teritorial del poder desde el siglo XIX, un problema que se ha convertido en uno de los principales motivos de tensión política en la historia reciente española, especialmente desde la transición a la democracia. La identidad nacional española se ha debilitado al tiempo que se han reforzado las identidades regionales, especialmente en los territorios con élites políticas cuya principal oferta política y signo de identidad es el nacionalismo.

España afronta un problema de distribución teritorial del poder desde el siglo XIX, un problema que se ha convertido en uno de los principales motivos de tensión política en la historia reciente española, especialmente en las décadas posteriores a la transición a la democracia. La identidad nacional española se ha debilitado al tiempo que se han reforzado las identidades regionales, especialmente en los territorios con élites políticas cuya principal oferta política y signo de identidad es el nacionalismo.

La globalización, con su impacto en la homegeneización de las culturas y la extensión del cosmopolitismo, supone un desafío al mantenimiento de las identidades nacionales, definidas siempre por contraste con otras. En otro sentido, se producen movimientos de resistencia  a esa homogeneización cultural y a otros aspectos, económicos y políticos, de la globalización, que a su vez alientan la aparición de nuevas corrientes de tipo identitario/étnico/nacional.