El antimasonismo en España

museo virtual

El antimasonismo en España

EL ANTIMASONISMO EN ESPAÑA

En España y América latina la antimasonería se remonta a 1738, año de la primera condena pontificia de la masonería. La antimasonería tiene una doble vertiente religiosa y política, siendo sus máximos responsable el Papado y la Monarquía.

La antimasonería religiosa, va servirse en el siglo XVIII, del Tribunal de la Inquisición. A esto se unirán, sobre todo tras la desaparición de la Inquisición, las pastorales de los obispos y los escritos del clero. La publicación más difundida en el siglo XVIII fue el «Centinela contra Franc-Masones» del Padre Torrubia (1ª edición 1751). Menos conocida es la «Adumbratio Liberorum Muratorum» de Fray Juan de la Madre de Dios. Como contrapartida, el erudito benedictino Fray Benito Jerónimo de Feijoo tiene una curiosa carta en la que de una manera indirecta sale en defensa de los francmasones (vid. J. A. Ferrer Benimeli, «Feijoo y la Masonería», en II Simposio sobre el Padre Feijoo y su siglo, Oviedo, 1983, t. II, pp. 349-362). El impacto de los fraudulentos libros de Leo Taxil no hizo sino aumentar la psicosis antimasónica. Finalmente y a raíz del Congreso antimasónico de Trento se constituyó, dependiente de la Iglesia, el Consejo Directivo Nacional de la Unión Antimasónica Universal. En la circular remitida a todos los obispos españoles, se decía que la masonería era el enemigo personal de los Pastores de la Iglesia; el enemigo de las ovejas cuya guarda había encomendado el Vicario de Cristo; el enemigo de Cristo, de su Iglesia, de la Patria y de cuanto defiende a Dios.

La vertiente política del antimasonismo en España se inicia en 1751, fecha del primer decreto real de Fernando VI prohibiendo la masonería. El mismo año, su hermano Carlos, rey de Nápoles, prohibía la masonería en el reino de las Dos Sicilias, y al venir a España, para ceñir la corona española con el nombre de Carlos III mantuvo su prohibición de la masonería. Precisamente Carlos III es el único rey de Europa del que se conserva toda su correspondencia antimasónica en el Archivo de Simancas de Valladolid (vid. J.A. Ferrer Benimeli, «Carlos III y la Masonería de Nápoles» en I Borbone di Napoli e i Borbone di Spagna, Napoli, 1985, vol. II, pp. 103-189; Idem, «Bernardo Tanucci y la Masonería napolitana a través de la correspondencia entre Tanucci y Carlos III (1775-1783)», en Bernardo Tanucci, Statista, Letterato, Giurista, Napoli, 1988, pp. 375-455). Esta postura antimasónica continuó con sus sucesores Carlos VI, Fernando VII e Isabel II.

Salvo breves paréntesis: ocupación bonapartista (1808-1813), Sexenio revolucionario (1868-1873) y segunda República (1931-1936), se puede decir que la masonería estuvo bajo persecución y control policial; en el mejor de los casos tolerada, pero nunca apoyada totalmente por el poder político.

A partir de Franco el antimasonismo volvió a alcanzar una gran virulencia cristalizando en la creación del Tribunal de Represión de la masonería del 1.º de marzo de 1940 que estuvo en vigor hasta 1965, siendo luego el encargado del control antimasónico el Tribunal de Orden Público.

Este doble antimasonismo, religioso y político, derivó en España hacia un antimasonismo popular que prácticamente llega hasta nuestros días. En el siglo XIX se provocó una instintiva identificación de masónico con todo aquello que no se ajusta a lo tradicional católico y español. Los masones son considerados por el pueblo como brujos, libertinos, herejes, malvados, etc. Años más tarde –durante la segunda república (1931-36)– el periódico antimasónico y antirrepublicano Gracia y Justicia presenta un estereotipo en el que el masón es identificado con los comunistas, anarquistas, separatistas, judíos, teósofos, volterianos, jansenistas, revolucionarios, espiritistas, librepensadores, etc.  

La causa hay que buscarla en la propia actitud de Roma frente a la masonería, especialmente durante los pontificados de Pío IX (1846-1878) y León XIII (1878-1903). Es la época de la llamada cuestión romana o de la pérdida de los Estados Pontificios y reunificación italiana, del Syllabus (1864) y de la Humanum genus (1884), del satanismo masónico de Léo Taxil, del congreso antimasónico de Trento (1869), de la creación de la Liga Antimasónica (1887), de los Protocolos de los Sabios de Sión, etc., etc.

Basta hacer un recorrido por los escritos de papas y, sobre todo, del clero y obispos españoles, o por las traducciones de obispos franceses, como monseñor Dupanloup, obispo de Orléans [Estudio sobre la Franc-Masonería, Barcelona, 1875], monseñor Fava, obispo de Grenoble [Discurso sobre el secreto de la Franc-masonería, Barcelona, 1884], o monseñor Segur [Los Franc-masones, Barcelona, 1883], para constatar hasta qué punto de virulencia llegó la cruzada antimasónica en España desde la óptica católica. El antimasonismo religioso acabó siendo recopilado en el Código de Derecho Canónico de 1913, el cánon 2335 por el que se excomulgaba a los católicos que fueran o se hicieran masones con todas las consecuencias sociales, de rechazo de los matrimonios en las iglesias, entierros en los cementerios católicos, etc.

Pero aparte del antimasonismo jurídico existió el antimasonismo ideológico en el que jugaron un papel importante la prensa, libros y demás publicaciones, la escuela, el púlpito y confesionario, etc. Vamos a encontrar toda una serie de temas que configuran los diversos antimasonismos:

1) El secreto masónico así como el cruel juramento y la sospecha de herejía.

2) La filosofía de las Luces o de la Ilustración y la Revolución francesas que algunos escritores van a manipular a fin d lanzar la idea de que la masonería había urdido la Revolución francesa.

3) Este fue retomado en España y en América latina. La identificación de la masonería con las sociedades secretas y a éstas con las sociedades patrióticas dará el antimasonismo un falso tema: el de la masonería, cuartel general de la organización revolucionaria liberal.

4) La famosa «cuestión romana», ligada a la unificación italiana y a la pérdida territorial de los Estados Pontificios, será también el origen de un nuevo tema que ha quedado vivo hasta hoy día: el de la masonería cuartel general de una lucha universal contra la Iglesia. 

5) La idea de la masonería «contra-Iglesia» nos lleva al tema de la masonería luciferina inventada por Léo Taxil. Según él el verdadero secreto masónico sería la acción oculta del diablo en las logias.

6) El tema de la judeomasonería, hábilmente explotado a partir de los Protocolos de los Sabios de Sión, tuvo un éxito enorme a principios del siglo XX. La masonería se convirtió así también en el cuartel general de la lucha del sionismo internacional.

7) Especialmente en España, y durante la dictadura franquista, tuvo una gran importancia el tema de la masonería al servicio del comunismo para implantar por todas partes el imperialismo soviético.

8) También tuvo mucho desarrollo en España el tema anglófono, la francmasonería no sería otra cosa que el camuflaje del Servicio de Inteligencia inglés, y a veces de las sectas protestantes, a fin de dar a Gran Bretaña la dominación mundial.

9) En los tres casos anteriores, la masonería al servicio del judaísmo internacional, del comunismo soviético y del imperialismo inglés, el punto común es el de la masonería antinacional, una especie de «Estado en el Estado», responsable a la vez de la Revolución francesa, de la Revolución rusa, de la Independencia de las Américas, de la creación de la Sociedad de Naciones, de la Segunda Guerra mundial, etc.

10) Hay también otro tema, el de la masonería contra la familia y las buenas costumbres; el de la masonería corrupta de la mujer y de la infancia, a través de la moda, la escuela laica, etc.

Extractado de: José Antonio Ferrer Benimeli, “La antimasonería en España y América latina: intento de síntesis”, en J. A. Ferrer Benimeli, (coord.), La Masonería española entre Europa y América, VI Symposium Internacional de Historia de la Masonería española, Zaragoza, 1995, pp. 405-416.