Divergencias entre antiguos y modernos

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Sala-IV: Orígenes de la masonería

DIVERGENCIAS ENTRE RITOS ANTIGUOS Y MODERNOS

Recordemos que la Gran Logia de Londres y Westminster supuestamente fundada el 24 de junio de 1717, justificaba su existencia en la necesidad de mantener la masonería al margen de las luchas políticas y religiosas entre jacobitas y hannoverianos o entre católicos y protestantes, que estaban llevando las logias al borde de su desaparición. Sin embargo, como la fundación de la Gran Logia de Londres no fue aceptada por algunos masones, ello motivó la creación de las Grandes Logias de Irlanda (1725), de York (1725), y de Escocia (1736). Especialmente crítica fue la Antigua Gran Logia de Inglaterra fundada en 1752 como reacción a las innovaciones rituales efectuadas por la Gran Logia de Londres, a la que calificaron con el apelativo más afrentoso posible: masones modernos.

El gran secretario de la Gran Logia de los Antiguos, Laurence Dermott publicó la Constitución de los antiguos en 1756 bajo el título hebreo de Ahiman Rezon (Ahiman era uno de los guardianes de las puertas del Templo de Jerusalén según I Cron. 9,17) para explicar cómo Ahiman le había conducido en éxtasis ante el Sumo Sacerdote, el cual le reveló que el Arte Real —en referencia a la masonería operativa— existía desde la época en que Adán veía cara a cara a Dios en el Paraíso, y que la verdadera ciencia masónica no era sólo el arte de la arquitectura —la geometría— sino, sobre todo, una ciencia secreta, que enseñaba el método de comunicación directa entre la criatura y el Creador. Para demostrar cuán lejos estaban los masones modernos de la antigua y verdadera masonería, Dermott les acusó de ciertas alteraciones doctrinales y rituales:

1.- Inadecuada preparación (aplomación) de los candidatos.

2.- Injustificada abreviación de las ceremonias.

3.- Omisión de la lectura de los Antiguos Deberes a los iniciados.

4.- Supresión de la oración al comienzo de las tenidas.

5. Modificación, mediante su intercambio, de los signos de reconocimiento y la palabra sagrada de los grados primero (Boaz) y segundo (Jakin). Dado que el pórtico del templo de Jerusalén estaba en el lado este, situado el observador frente o de cara al templo, la columna Boaz (de los aprendices) se encontraba a la derecha o lado norte. Aunque así se hacía en la masonería operativa, cuando los masones modernos invirtieron la orientación del templo y situaron la puerta en el lado oeste, alteraron también la orientación de las columnas.

6.- Utilización de una palabra inapropiada en el grado de maestro.

7.- Descristianización del ritual en aspectos tales como la falta de observancia de ciertas festividades, especialmente las de san Juan Bautista (24 de junio) y san Juan Evangelista (27 de diciembre).

8.- Organización incorrecta de las logias.

9.- Desaparición de los diáconos como oficiales de las logias.

10.- Omisión de determinados aspectos en la ceremonia de instalación del Maestro.

11.- Inobservancia de un cuarto grado complementario a la maestría —el Arco Real— de inspiración hebrea y cabalística.

En la tercera edición de Ahiman Rezon, Dermott insistió que el Arco Real era la “verdadera esencia de la masonería” y reprochaba a los modernos el haber fundado la Gran Logia de Londres y creado un rito de acceso a un tercer grado (la maestría) cuando ninguno de ellos había pasado del segundo grado (compañero). Además, censuraba que hubieran reformado los otros dos grados, e inventado ritos y marchas ridículas. Así, la marcha del aprendiz había “sido imaginada por alguien que sufría de ciática”; la marcha del compañero semejaba a “un marino muy acostumbrado al movimiento de un barco”; y la marcha ritual del maestro se parecía al zigzaguear de “un borracho habituado a esquivar charcos”. Dermott acusó a los modernos de haber introducido la espada en las ceremonias “lo cual es contrario a todas las reglas particulares o generales de la masonería, que ha excluido del interior de las logias todos los instrumentos de guerra y armas blancas”, y rechazó que ello pudiera justificarse con una mera invocación al simbolismo de la espada flamígera de los guardianes del Edén. Con todo, el propio Dermott procedió a unificar el ritual masónico, que fue presentado y aprobado en la asamblea de la Gran Logia de los Antiguos, celebrada el 13 de marzo de 1757.

Conocemos buena parte del contenido de este ceremonial debido a que tres años después sería divulgado por un autor anónimo, que lo publicó en Dublín bajo el título de Tres Toques Distintivos (The Three Distincts Knocks, or the door of the Most Ancient Free-masonry).

Igualmente, respecto al denominado Tablero de logia, que contenía el itinerario moral o espiritual a seguir en cada grado, los antiguos, conforme a los usos medievales, seguían dibujándolo en el centro de la sala con tiza o carboncillo de modo que, al concluir la reunión, lo borraban. Frente a ello, los modernos usaban tapices, dibujos o cuadros que desplegaban y luego guardaban tras la tenida. Además, como los masones antiguos eran todos cristianos, el texto sagrado que presidía las reuniones y sobre el que se efectuaban los juramentos, era la Biblia (recordemos que el Nuevo Testamento no es reconocido por judíos y musulmanes). Sin embargo, los modernos ampliaron el concepto de Libro sagrado al definirlo como Volumen de la Ley sagrada, considerado como el conjunto de los textos religiosos de las gentes del libro (judíos, cristianos y musulmanes) que, por tanto, comprendía no solo la Biblia (que incluye la Torá de los judíos), sino también el Corán. Por extensión, también acabó incluyendo los textos sagrados principales de otros credos religiosos. Igualmente, mientras que para los antiguos las Tres grandes luces de la logia eran la Biblia (el Volumen de la Ley sagrada), la escuadra y el compás, para los modernos eran el Sol, la Luna y el maestro de la logia. Finalmente, tras el Acta de unión entre antiguos y modernos, las Tres grandes luces de éstos se convirtieron en las tres pequeñas luces. También había diferencias en las posiciones cardinales de los tres candelabros o luces situadas en medio de la sala, si bien es cierto, que todos coincidían en no situar ninguna luminaria en el ángulo suroeste. Por otra parte, ciertos usos supuestamente desconocidos por la masonería inglesa como, por ejemplo, la cámara de reflexión, la purificación por los elementos, la consagración por la espada, devinieron irrenunciables para la masonería continental. Finalmente, todas estas disputas parecieron concluir el 25 de noviembre de 1813 cuando antiguos y modernos alcanzaron el acuerdo de unificar el ritual y de integrarse bajo la Gran Logia Unida de Inglaterra.

Ello nos lleva a otra de las singularidades de la masonería moderna; la proliferación de grados y regímenes rituales. Aunque la mayoría de ellos se crearon durante el XVIII, lo cierto es que las Grandes Obediencias de todos los países no cesaron de añadir o modificar los ritos a veces sin criterio fijo. Algunos de tales grados justificaban su existencia en la supuesta necesidad de proteger un legado críptico —conocimientos secretos— que era progresiva y misteriosamente transmitido a los iniciados a través de símbolos y temas que se inspiraban de forma más o menos imaginativa en fuentes tan variadas como el neotemplarismo escocista, el rosacrucismo, la alquimia, el hermetismo, la religión egipcia, etc. Su profusión y variedad llegó a constituir una verdadera deriva ritual. De hecho, ante tal extravagante multiplicidad de grados, algunos autorizados masones cuestionaron su utilidad. Así, según René Guénon:

“En el siglo XVIII, cada uno quiso inventar un sistema para él, siempre injertado, entiéndase bien, sobre la masonería simbólica, de la cual no se hacía más que desarrollar los principios fundamentales, interpretados demasiado frecuentemente en el sentido de las concepciones personales del autor, como se ve en casi todos los ritos herméticos, cabalísticos y filosóficos, y en las Ordenes de caballería y de Iluminismo. De ahí nació, en efecto, esta prodigiosa diversidad de ritos, de los que muchos no existieron jamás más que sobre el papel, y de los cuales es casi imposible desembrollar la historia”.

Según René Le Forestier, los altos grados surgieron para huir del racionalismo, moralismo y ramplona filantropía imperantes en las logias y de crear, como alternativa, espacios en los que descubrir, bajo el velado ropaje de los símbolos, una suerte de metafísica universal o filosofía perenne. Sin embargo:

“Esperando siempre encontrar en un grado superior al que ellos habían alcanzado, la revelación suprema que se les había prometido, y desilusionados cada vez, los peregrinos del ideal perseguían de grado en grado un propósito en constante huida. Habían contado con descubrir en las logias la Verdadera Luz y se encontraban en presencia de un nuevo misterio; después de tanta búsqueda, de iniciaciones, decepciones, y de dinero gastado por los derechos de recepción y los diplomas, seguían preguntándose todavía qué significaba la Palabra perdida, y qué ocultaba el Secreto masónico”.

En todo caso, cabe señalar que tampoco los citados masones antiguos representaban la más antigua masonería operativa, al menos si hemos de hacer caso a otros estudios y divulgaciones rituales que señalan la existencia de rituales operativos en los que eran tres, y no uno, los maestros que presidían la logia y que, además, se situaban en el Oeste y no en Oriente. También cabe indicar que esta antigua masonería comprendía 7 grados, y no solo los dos o tres de los modernos 

Extractado de:

Javier Alvarado Planas, Monarcas Masones y otros príncipes de la Acacia, Madrid, 2017, vol. I, pp. 241-250.

Javier Alvarado Planas, Apercepciones sobre la iniciación masónica, Madrid, 2019, pp. 30-36.