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Asignatura master 241401

Asignatura master 241401

EL INDIGENISMO LITERARIO HISPANOAMERICANO

Código Asignatura: 24140154

PRESENTACIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN

EL INDIGENISMO LITERARIO HISPANOAMERICANO
24140154
2024/2025
TÍTULOS DE MASTER EN QUE SE IMPARTE MÁSTER UNIVERSITARIO EN ESTUDIOS AVANZADOS E INICIACIÓN A LA INVESTIGACIÓN DE LA LITERATURA HISPÁNICA Y SU TEATRO
CONTENIDOS
6
150
SEMESTRE 1
CASTELLANO

1.1- Encuadramiento de la asignatura dentro del plan de estduios de la titulación y competencias asignadas  en el marco del plan formativo.

Al abordar esta asignatura se plantea un problema previo: determinar su amplitud cronológica y espacial, así como concretar su campo de acción. El desarrollo dispar de sus diversas vertientes -político-social, língüística y literaria- dificulta más aún su definición. Con todo, y sin entrar ahora en la problemática de su delimitación, podemos calificar al ensayo indigenista y a la narrativa indigenista como el conjunto de obras publicadas en el siglo XX que tratan del indio y su mundo circundante con un sentimiento de reivindicación social. Forma parte, por tanto, de la formidable corriente del indigenismo, en sus vertientes sociológica, lingüística, política y literaria, entendida esta como una constante de la cultura hispanoamericana desde la Conquista, que consiste en la movilización de la cultura occidental para explicarse las cultuas aborígenes de América y dar razón de la existencia del otro

El sentimiento de reivindicación social, característico del siglo XX, se originó en los países de fuerte implantación indígena (sobre todo en Bolivia, Perú, Ecuador, México y América central) como respuesta a la pregunta formulada por sus elites sobre "el problema del indio", cuando pretendieron la armonización socio-racial de sus componentes étnicos con el fin de incorporar la numerosa mano de obra indígena al proceso de modernización que la incipiente estructura capitalista de sus países demandabaal incorporarse en el orden neocolonial occidental. Es cierto que , como afirma Cornejo Polar, hubo unos hechos históricos condicionantes. La Revolución Mexicana (1910-1917); la Revolución Rusa (1917); la implantación de los partidos de izquierda en la América de habla española durante la década de los veinte; la aparición de partidos nacional-populistas, como el PNR en México o el APRA en Perú, durante esta misma década. Y que sólo dentro de este tenso panorama político, acrecentado hasta extremos notables por la crisis mundial de 1929, es posible entenderlo. Pero no debemos olvidar  que dicho "sentimiento" surgió bastante después del expolio sistemático de comunidades llevado a cabo por los diversos gobiernos hispanoamericanos durante los últimos treinta años del siglo XIX y la primera década del siglo XX, so pretexto de fomentar la aparición de pequeños propietarios. Este hecho provocó la tranformación de los indios comuneros en subproletariado o en excedente de mano de obra, y comportó un proceso de  acaparamiento de tierras, que, si tuvo serias dificultades para implantarse, resultó irreversible, porque removió la antigua legalidad colonial y la sustituyó por una nueva legalidad republicana. Desde esta nueva base jurídica, los nuevos dueños de la tierra se sintieron libres del compromiso de reciprocidad y tutelaje existente entre las comunidades indígenas y la antigua corona de España. 

No existe un inventario completo del indigenismo narrativo (o ensayístico) como ya señalara Tomás G. Escajadillo en 1971, cuando estudió la narrativa peruana. Esto dificulta enormemente la posibilidad de subrayar la originalidad artítica de los grandes esceritores, como Alcides Arguedas, Jorge Icaza, Mauricio Magdaleno, Ciro Alegría, José María Arguedas, Rosario Castellanos, Manuel Scorza, o Gustavo Alfredo Jácome. Y otro tanto podemos afirmar de los libros de ensayo que recogen la heterogeneidad del pensamiento indigenista. De ahí el que se nos escape el verdadero alcance nacional de muchos de ellos. Difícilmente podremos insertar libros como Pueblo Enfermo (1909), de Alcides Arguedas, o Creación de la Pedagogía Nacional (1910) de Franz Tamayo, sin conocer, no ya las ideas de Nicomedes Antelo, Gabriel René Moreno, o Severino Campusano, sobre la <>, sino estudios como El ayllu (1903) o El Proceso Mohoza (1902), de Bautista Saavedra, o Provincia de Inquisivi (1906) y Política parlamentaria en Bolivia. estudio de psicología colectiva (1907), de Rigoberto Paredes, y su correlato narrativoLa candidatura de Rojas (1908), de Armando Chirveches. El hecho de que le ideario de Arguedas y Tamayo haya sido el sustento del indigenismo boliviano durante medio siglo, matizado o contestado por el pasatismo comunista de Tristán Marof, en La justicia del Inca (1926), ha oscurecido las deudas de éstos con la generación boliviana que le antecede. Por otra parte, es imposible olvidar su influjo en las políticas indigenistas practicadas por los gobiernos nacionalistas bolivianos surgidos tras la Guerra del Chaco y hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo XX. Y lo que es más importante, su impronta en las novelas indigenistas aparecidas en los años cuarenta y cincuenta, en las que el discurso económico, el telúrico y el histórico se amalgaman para sustentar el nacionalismo revolucionario del MNR o del PIR. Difícilmente podrían entenderse fuera de estos supuestos relatos como Altiplano, de Raúl Botello Gosálvez, y Tupaj Katari, de Augusto Guzmán, en 1942Las Estrellas , de Carlos Medinaceli, en 1946, o  Negros , de Jesús Lara, en

Más complicado resulta aún establecer con claridad la tradición cultural en que se integran, o las influencias de unos sobre otros, aunque en algunos casos sean evidentes. ¿Cómo olvidar que Psicología y sociología del pueblo ecuatoriano (1918) de Alfredo Tamayo, establece un diálogo permanente con Pueblo Enfermo y constituye el precedente ignorado de El indio ecuatoriano (1922) de Pío Jaramillo? ¿Cómo no observar las dudas y los cambios en la elaboración de Tempesta en los Andes (1928) , de Luis A. Valcárcel, desde una actitud deudora de El ayllu, hasta un telurismo nativista, consecuencia de cierta criollización de las vanguardias literarias? ¿Y cómo no percibir las tensiones que se derivaron de su diversas estapas de gestación? Es de todos conocida la resonancia de Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928) de José Carlos Mariátegui, y de su intervención en lo que se ha denoiminado "la polémica del indigenismo" en Perú. Pero se ha especulado gratuitamente sobre su influjo en Ecuador, desestimando influjos de otros ensayistas como Tristán Marof, en quien sin duda estaba pensando Gallegos Lara cuando publicó La justicia del Inca (1931) , o la propia tradición ensayñistica ecuatoriana, fundamental para interpretar la narrativa indigenista de Jorge Icaza, Trabajos como el de José Extramiana, dedicado al estudio de la prensa peruana, muestran la uniformidad en los temas tratados y en las preocupaciones dominantes, a la par que la polarización de soluciones que ofrecen a la "cuestión indígena" en un solo páis en el espacio de veinte años. De ahí que parezca conveniente desterrar, de una vez por todas, la falacia de la concepción monolítica sobre el indigenismo que la rutina intelectual mantiene en manuales y monografías.

Y todo ello sin tener en cuenta el referente continuo de la literatura indigenista, que le da su razón de ser: el indio y su mundo. En relación con esto, la crítica internacional parece haber establecido una ecuación sobre la fidelidad a la visión del indio y a sus creencias en virtrud del grado de aproximación establecido por José María Arguedas en su narrativa. esta afirmación, aceptada universalmente, ignora el diferente grado de conservación y de mestizaje de las distintas culturas autóctonas y, consiguientemente, la disparidad de su representación. Las diferencias existentes entre un indio huasipunguero, comunero, huasicama, pongo, indio minero, o indio artesano-empresarial, dentro de un mismo país, unidas al desigual grado de hispanización sufrido, no ya entre los distintos paísese, sino entre las diferentes regiones de un país concreto, son tan considerables que la "homogeneización" crítica responde más a una simplificada abstracción conceptual, desde una perspectiva occidentalizante, que a la descripción de la realidad que se pretende analizar. Ya se encargaron de subrayarlo Ciro Alegría y José María Arguedas cuando señalaron las diferencias entre el indio de la sierra norte del Perú  y el indio de la zona central y del sur, en el "Encuentro de narradores en Arequipa".  

Tampoco tenemos el mismo grado de conocimiento de la literatura indigenista en los distintos países. Si exceptuamos la literatura indigenista de Perú, medianamente conocida por la crítica mundial, el desinterés mostrado hacia otros países de tradición autóctona tan arraigada como Perú se agudiza. Por ofrecer un ejemplo, es enorme la ignorancia en que nos encontramos sobre la literatura indigenista ecuatoriana, pese a los meritorios esfurzos de Donoso Pareja por divulgar la literatura ecuatoriana del treinta. Y resumimos la pluralidad de orientaciones de esta décad y de la siguiente en una figura emblemática:, Jorge Icaza, y frecuentemente en una de sus novelas: Huasipungo (1934). No obstante, un breve rfepaso a la producción de estos años nos arroja los siguientes resultados: Andes Arriba, de Alfonso Cuesta, y Tierra del indio, de Jorge Fernández, en 1932; Barro de la sierra, de Jorge Icaza, en 1933; Agua, de Jorge Fernández, Huasipungo, de Jorge Icaza, y Novelas del páramo y de la cordillera, de Sergio Núñez, en 1934; En las calles, de Jorge Icaza, en 1935; Cholos, de Jorge Icaza, en 1938; Tierra de lobos, de Sergio Núñez, y Humo en las eras, de Eduardo Mora Moreno, en 1939; Huairapamuhscas, de Jorge Icaza, en 1947; y El éxodo de Yangana, de Ángel Rojas, en 1949. Estos son algunos títulos significativos; pero no representan la totalidad de la producción, porque algunos escritos de la época, como el prólogo que escribió Carlos M. Espinosa a la primera edición de Humo en las eras, muestran que la proliferación de relatos indigenistas es muchísimo mayor que la allí reseñada y que hay que buscarla en revistas de producción efímera. Una de ellas, LOXA, dirigida por el propio Eduardo Mora Moreno acogía ya en sus páginas relatos indigenistas antes de 1924, con lo que se anticipaba en unos diez años al Los que se van (1930).

Los ejemplos podrían multiplicarse. En México las tendencias nacionalistas que produjo la convulsión revolucionaria se reorientaron, a partir de la tercera década del siglo, hacia la valorización del indígena y su representación en sus contextos específicos. Los escritores mexicanos que incursionaron en el tema indigenista construyeron fuertes denuncias sociales e indagaron sobre la identidad nacional con trabajos próximos a la antropología, p recrearon la "realidad indígena" con procedimientos estilísticos provenientes de la "otra" cultura y, en muchos casos, de textos precolombinios procedentes de la época colonial.

La complejidad de esta vertiente de la literatura mexicana es considerable. Algunos autores, como Lienhard y J. Sommers, optaron por agrupar a los novelistas por áreas geográfico-culturales o ciclos, en función de unas determinadas características diferenciadoras, como el área maya o los altos de Chiapas. Las conclusiones provisionales abrieron indudables campos de investigación; pero tanto uno como otro se desentendieron de varios problemas difíciles de olvidar. Uno de ellos, y no el menor, es que las tradiciones literarias de México y de Guatemala no son exactamente iguales, ni responden a hechos concretos idénticos, aunque haya indudables parentescos entre ambas. Otro problema se desprende del criterio de elección del "corpus" narrativo motiuvo de análisis. Por citar dos ejemplos: al estudiar Canek 1940) de Ermilo Abreu, Lienhard olvida, porque no responde a la hipótesis que nos quiere plantear en su estudio, que este relato forma parte de una trilogía publicada significativamente con el título de Héroes mayas (1942). Olvida también que el propio Abreu escribió otras tres novelas indigenistas, Quetzalcóatl, sueño y vigilia (1947), Naufragio de indios (1951)  y La conjura de Xinum (1958), ambientadas en distintos momentos de la historia mexicana. En cualquier caso, ambos crítcos desestimaron la novela indigenista mexicana, surgida con el cardenismo, de Gregorio López y Fuentes, Bruno Traven, Mauricio Magdaleno, Miguel Ángel Menéndez, o Francisco Rojas González, aunque Sommers la tuviera en cuenta para subrayar la especificidad del ciclo chiapaneco.

Otro concepto merecedor de cierta reflexión es el de neoindigenismo. Escajadillo lo utilizó por vez primera en 1971, bajo la forma de "neo-indigenismo", y lo expuso con cierta brillantez, aunque lo limitó al "segundo" Arguedas" y a ciertos cuentos de Zavaleta y de Vargas Vicuña. Lo retomó en 1994 para amoliar considerablemente su nómina y, de rechazo, mostrar las fallas de su definición. Los puntos en que la concretaba eran los siguientes: la utilización , en forma plena, de las posibilidades artísticas que ofrecía el realismo mágico (o lo real maravilloso) para "la develación de zonas antes inéditas del universo mítico andino"; la intensificación del lirismo como categoría integrada a la narrativa; la ampliación del tratamiento del "problema" o "tema" indígena, de manera que se viera como parte integral de la problemática de toda una nación; y la "transformación del arsenal de recursos técnicos de la narrativa con "temática indígena". En 1984 Cornejo Polar la hizo suya, con observaciones atinadas sobre la novelística de Manuel Scorza, y, desde entonces ha sido comúnmente aceptada por la crítica, incluso para referirse a otros referentes distintos a los del Perú.

Es cierto que de inmediato  surgen algunas observaciones al lector atento, que matizan dicha definición. Una de ellas -y no la menos importante- la expresó Cornejo Polar cuando se preguntaba si el neoindigenismo era una transformación orgánica de la tradición anterior, o más bien su cancelación. En cualquier caso, resulta azaroso mensurar "la intensificación dle lirismo", o aceptar sin más el empleo del realismo mágico y el perfeccionamiento del arsenal técnico de la narrativa indigenista sin recordar los vientos de renovación formal y los proyectos de modernización literaria que recorrieron el continente hispanoamericano  desde la décad de los cuarenta, en los que sin duda hay que insertarla. Eso sin recordar que Miguel Ángel Asturias ya tenía una versión manuscrita completa de Hombres de maíz hacia 1933: Es decir, en una fecha en que el "indigenismo ortodoxo" iniciaba su difusión. Más difícil de aceptar es que la ampliación del tema indígena hasta convertirlo en parte integral de toda una nación sea funfamental para la instairación del neoindigenismo. Si ello fuera así, Huasipungo ingresaría por méritos propios dentro de este concepto, ya que Icaza tuvo el acierto de presentarnos un mundo rural en transformación, provocado por la parte más emprendedora de la burguesía nacional ecuatoriana, aliada con el capital extranjero. Por todo ello, me parece muy aventurado acuñar acríticamente dicho concepto y prefiero ver las nuevas manifestaciones indigenistas (y las que salgan en el futuro) como parte de la formidable corriente del indigenismo existente desde la Conquista, como afirmé al comienzo de esta "Presentación", aunque la amplitud espacio-temporal en que se desarrolla me obligue a circunscribirlo al siglo XX. 

Como se desprende de la larga introducción anterior, esta asignatura  se integra en el Módulo de Contenidos formativos del Máster, denominado Metodologías, teorías y técnicas de investigación en la literatura española e hispanoamericana, y viene a completar una parcela de la Literatura Hispanamericana, no bien atendida, por lo general, en los Estudios de Grado, que priman fundamentalmente el estudio de la gran novela hispanoamericana surgida a partir del "Boom", olvidando o desestimando la gran tradición literaria hispanoamericana de las décadas anteriores, cuando no contestándola, como hizo Mario Vargas Llosa en  El hablador (1987) o en Lituma en los Andes (1993).

1.2- Perfil del estudiante al que va dirigido.

Con carácter general, esta asignatura se atiene al perfil de estudiantes que propusimos en em Máster, cuando fue presentado a la ANECA para su aprobación. Con todo, lo espacificamos de nuevo. Básicamente va dirigida a graduados universitarios, o licenciados, en Filología Hispánica, que tienen los conocimientos histórico-literarios suficientes para seguir sin ninguna dificultad  su aprendizaje. otros destinatarios posibles podrías ser los graduados (o licenciados) en Historia de América, en Antropología Americana, o en Ciencias Políticas (especialidad de América Latina) por su dominio del contexto en que se enmarca y porque la novela hispanoamericana del siglo XIX y primera mitad del siglo XX constituye una fuente esencial para el conocimiento de las tensiones sociales que sacuiderona Hispanoamérica. Por último, otros posibles destinatarios seráin los graduados (o licenciados) en Humanidades, siempre que tuvieran mociones de los distintos movimientos y épocas de la literatura, por un lado, y de crítica literaria, por otro,para analizar con solvencia las lecturas obligatorias que han de estudiar.

1.3.- Justificación de la relevancia de la asignatura.

La relevancia de esta asignatura es considerable pero desigual, si nos atenemos a las preferencias de los alumnos que la elijan. Para los que deseen profundizar en la literatura hispanoamericana y concluir sus estudios universitarios con la realización de una Tesis Doctoral en esta disciplina, es máxima.

En cualquier caso, y la margen de preferencias, El indigenismo literario hispanoamericano ofrece el rico panorama de una línea de pensamiento, orientada hacia la recuperación de un pasado cultural marginado, basado en la indagación sobre el "otro", en la búsqueda de la identidad y en la integración nacional de diversos países hispanoamericanos, aún no conseguida.

1.4.- Relación de la asignatura con el ámbito profesional y de investigación.

Esta asignatura, como todas las del Máster, se relaciona estrechamente con los siguientes ámbitos profesionales:

1) Profesor de Literatura.

2) Gestión cultural y editorial. 

3) Peritaje judicial.

4) Talleres de creación literaria.

5) Animación cultural.

6) Su proyección americanista le concede una importancia considerable en el mercado universitario americano (estadounidense e hispanoamericano) y asiático (Japón, Corea, China e India, principalmente).