asignaturas grado en lengua y literatura españolas

Asignaturas grado en lengua y literatura españolas

LITERATURA HISPANOAMERICANA CONTEMPORÁNEA

Código Asignatura: 64013098

NOMBRE DE LA ASIGNATURA
LITERATURA HISPANOAMERICANA CONTEMPORÁNEA
CÓDIGO
64013098
CURSO ACADÉMICO
2024/2025
DEPARTAMENTO
LITERATURA ESPAÑOLA Y TEORÍA DE LA LITERATURA
TÍTULO EN QUE SE IMPARTE
GRADO EN LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
  • TERCER
  • SEMESTRE 1
  • OBLIGATORIAS
MICROGRADO EN CUALIFICACIÓN PARA LA ENSEÑANZA DE LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA
  • SEMESTRE 1
  • OPTATIVAS
Nº ECTS
5
HORAS
125
IDIOMAS EN QUE SE IMPARTE
CASTELLANO

 

Literatura Hispanoamericana Contemporánea es una asignatura de tercer curso del Grado en Lengua y Literatura Españolas que se imparte en el primer semestre. Tiene carácter de asignatura obligatoria y los créditos asignados son 5.

Sus objetivos fundamentales son:

-Conocer una parte fundamental de la literatura hispanoamericana que se ha desarrollado desde principios del siglo XX hasta nuestros días.

-Prepararse para profundizar en esta parte de la historia de la literatura hispanoamericana.

-Adquirir una serie de herramientas de análisis de textos literarios que capaciten para cumplir los objetivos generales de este Grado.

-Eliminar en lo posible los estereotipos culturales que rigen nuestra disciplina, derivados de la ignorancia del mundo americano, de su historia y de su cultura.

-Mostrar la unidad y pluralidad cultural de este mundo, al que, no obstante la evidencia de su complejidad, lo seguimos presentando como un todo unitario, uniforme y ajeno a nuestra historia cultural.

-Conocer las obras literarias que supusieron un hito cultural en su momento y constituyen paradigmas clásicos de la Literatura Hispanoamericana posterior al Modernismo.

-Formar una idea aproximada del proceso histórico-cultural seguido en “Nuestra América”, a través de la lectura de estas obras.

-Sensibilizar al alumno en la necesidad de recuperar nuestro común pasado histórico.

-Disciplinarlo en la confección de un fichero particular de lectura, que todo profesional debe de poseer.

 

La asignatura Literatura Hispanoamericana Contemporánea se inscribe, como asignatura obligatoria de tercer curso, dentro de la materia de LITERATURA HISPANOAMERICANA y se ocupa de las obras histórico-literarias hispanoamericanas producidas a partir del siglo XX hasta nuestros días (dejando de lado el Modernismo que, aunque tuvo un desarrollo en absoluto desdeñable aún durante los primeros años del siglo XX, se incluye en el temario de la asignatura Literatura Hispanoamericana (siglos XVI-XIX) perteneciente al segundo curso del Grado). Es, por tanto, la segunda de las asignaturas que ha de cursarse en esta materia y ha de proporcionar, o insistir, en las bases necesarias para el desarrollo de las habilidades y destrezas que se exigirán al estudiante para ir avanzando en su formación. Pero, sobre todo, los conocimientos básicos de esta asignatura han de servir para el aprovechamiento óptimo de cuanto ha de aprender y conseguir en la disciplina Literatura Hispanoamericana lo largo de su carrera.

No obstante, el estudio de la literatura hispanoamericana desde el siglo XX hasta nuestros días no sólo tiene un sentido en sí misma, sino que constituye también un elemento fundamental para cualquier alumno que desee especializarse en la literatura española. En efecto, los contactos que se han mantenido de manera ininterrumpida entre las dos orillas del Atlántico desde el mismo momento del Descubrimiento, no se han interrumpido nunca hasta el día de hoy y las notables influencias culturales que se derivaron, y se siguen derivando, de tales contactos exigen del alumno de Filología Hispánica un conocimiento de la literatura hispanoamericana para entender cabalmente muchos aspectos y características de la española. Bastaría recordar, por ejemplo, la entusiasta acogida que recibieron entre nosotros autores como Borges, Huidobro o Vallejo, cuyo ejemplo abrió caminos a los jóvenes poetas españoles de su época o les afianzó en los que por entonces empezaban a andar. Por no hablar de la íntima amistad que unió a Pablo Neruda con los miembros de la Generación del 27 y la influencia que sobre ellos ejerció su Residencia en la tierra. O cómo la nueva novela hispanoamericana, sobre a partir del Boom de los años 60, influyó en la renovación de la española.

Los temas de los que se ocupará están relacionados con las diversas manifestaciones que han caracterizado a la literatura hispanoamericana a partir del siglo XX hasta nuestros días. En cierto modo podríamos afirmar que se trata del Siglo de Oro de la literatura hispanoamericana: en primer lugar porque ha sido en esta centuria cuando ha acabado de cuajar su carácter plenamente original, que ya había empezado a manifestarse durante el periodo colonial y que se había profundizado en el siglo XIX, sobre todo durante el Modernismo; y en segundo lugar porque ha sido en este momento cuando la sucesión de autores y obras de gran relevancia le ha ganado un indudable prestigio y el reconocimiento unánime de crítica y público internacionales. Prueba de ello es que su estudio en materia obligatoria en universidades de todo el mundo, incluso como especialidad independiente.

 

 

Literatura Hispanoamericana Contemporánea se inscribe, como asignatura básica de tercer curso, dentro de la materia de HISTORIA DE LA LITERATURA HISPANOAMERICANA. Se ocupa de las obras literarias hispanoamericanas producidas durante los siglos XX y XXI (con la excepción del Modernismo, que se estudia en la asignatura Literatura Hispanoamericana (siglos XVI-XIX), perteneciente al segundo curso). Es, por tanto, la segunda de las asignaturas que ha de cursarse en esta materia y ha de reforzar las bases para el desarrollo de las habilidades y destrezas que se exigirán al estudiante para ir avanzando en su formación. Pero, sobre todo, los conocimientos básicos de esta asignatura han de servir para el aprovechamiento óptimo de cuanto ha de aprender y conseguir en la disciplina Literatura Hispanoamericana a lo largo de su carrera, porque debe de tener siempre presente que dicha literatura forma parte de la historia cultural del continente americano y constituye un continuum que ofrece las claves para entender su devenir histórico desde el Descubrimiento hasta nuestros días.

El siglo XX se inicia en Hispanoamérica con la celebración del primer centenario de la Independencia. Esta circunstancia favoreció que, la intelectualidad del momento se preguntase si la realidad de las naciones surgidas del desmembramiento del imperio español respondía a las esperanzas de los padres de la patria. La respuesta, obviamente, fue que no, ya que la mayoría de estos países había vivido desde el mismo momento de su nacimiento una situación de inestabilidad provocada por las continuas guerras civiles, los alzamientos militares y la instauración de regímenes dictatoriales; además, al antiguo colonialismo español le había sucedido un neocolonialismo que los había convertido en meros productores de materias primas y que había impedido la modernización de las estructuras sociales y económicas. Por otra parte, la implantación de modelos políticos extranjeros, sin la necesaria adaptación a las distintas realidades nacionales, había acabado por profundizar las contradicciones internas sin resolver los antiguos problemas, al tiempo que creaba otros nuevos.

Es el caso, por ejemplo, de México donde Porfirio Díaz se valió del positivismo filosófico, de moda en Europa, para, con la excusa de alcanzar una rápida modernización, instaurar un régimen dictatorial; sin embargo, la debilidad de un desarrollo que estaba en manos de los grandes capitales europeos y norteamericanos, así como la extensión del latifundio, en buena medida mediante la incautación de las tierras ejidales de los indígenas, acabaron generando una situación social que desembocaría en la Revolución.

Algo parecido ocurre en Perú donde la Guerra del Pacífico contra Chile (1879-1883) supuso un desastre de tal magnitud que obligó a replantearse las bases sobre las que se asentaba la nación. En este sentido González Prada denunció la realidad de un país que, durante siglos, había vivido de espaldas a la sierra; ajeno, por tanto, a la situación de enormes masas de indios que vivían ignorantes incluso de formar parte de un país llamado Perú. Se hacía imprescindible, pues, poner las bases de la nueva nacionalidad dando el lugar que le corresponde a esta parte fundamental de su población y, como paso previo, abordar las casusas que explican su situación social y económica. A partir de este momento, serán muchos los intelectuales que, de un modo u otro, volverán sus ojos sobre esta realidad denunciada por Prada para el Perú (J. C. Mariátegui, L. Valcárcel, etc.), pero que era prácticamente idéntica en toda la región andina.

Sin embargo, el mundo hispanoamericano seguía abierto a las noticias e influencias que le llegaban de Europa, sobre todo de Francia. Las revistas eran leídas y distribuidas rápidamente; entre los miembros de las familias de la oligarquía y entre los intelectuales, el viaje a Europa, sobre todo a París, era un paso vital casi obligado. En definitiva, el mundo hispanoamericano seguía siendo un mundo abierto a las novedades y propuestas que llegaban de Europa, como lo demuestra, por ejemplo, la rapidez con la que son acogidos en el Nuevo Mundo los distintos ismos. Pero la recepción de estos movimientos no fue únicamente pasiva, sino que rápidamente en cada país surgirán propuestas propias que intenten responder a esta nueva voluntad de ruptura y de renovación: martinfierrismo, creacionismo, Contemporáneos, estridentistas, minoristas y poesía negrista de Cuba y Puerto Rico, etc., sin olvidar la rápida y fértil influencia del surrealismo en suelo americano.

Sin embargo, los puntos de contacto entre ambas tendencias, cosmopolitismo y nacionalismo, a pesar de lo que pudiera pensarse, de hecho resultaban inevitables. Así, por ejemplo, puede verse en la decisión del grupo ultraísta argentino de llamar Martín Fierro a una de sus revistas más representativas, asumiendo como propia la figura del gaucho, lo que provocó la protesta de los autores de Boedo, que reivindicaban como propia esa herencia. Conviene recordar que la interpretación que se dio a lo largo del tiempo de esta figura sufrió muchos cambios a lo largo del siglo XIX; así, mientras que para Sarmiento representaba la barbarie que era necesario superar para alcanzar la tan deseada europeización del país, desde finales de ese siglo, y sobre todo a principios del XX, acabó por consagrase como símbolo de las esencias patrias, en buena parte también como reacción nacionalista ante la “invasión” de emigrantes que amenazaban por desnaturalizar la cultura y el carácter argentino. No puede extrañar, pues, que un autor como Borges, que empieza a darse a conocer por su filiación vanguardista, participe también en sus primeras obras, aunque de una manera muy personal, de un profundo sentimiento criollista.

 

Sin embargo, el triunfo de un tipo de novela que se caracteriza formalmente por su adscripción fundamental al realismo literario de raíz decimonónica acabó por enterrar en el olvido durante décadas a esa otra novela vanguardista cuyos autores (Pablo Palacio y Arqueles Vela, por ejemplo) desarrollaron su obra en paralelo a los grandes poetas del momento. Este triunfo fue tan rotundo que, durante mucho tiempo, cualquier autor hispanoamericana que no fuese reconocible dentro del modelo regionalista era despreciado, especialmente en Europa, por poco americano (fue el caso de Borges, por ejemplo), lo que obligó a muchos escritores que nunca habían visto un indio o un gaucho a intentar reproducir unas realidades rurales que, en realidad, no conocían.

Sin embargo, ya en finales de los años treinta empezaba a hacerse evidente que Hispanoamérica no eran sólo selvas, pampas, etc., sino que el hombre americano era sobre todo, gracias al auge de las grandes ciudades, un hombre urbano y que padecía problemas muy parecidos a cualquier europeo o norteamericano moderno. Así, ya en El pozo (1939) de J. C. Onetti y en El túnel (1948) de E. Sábato están presentes temas como el vacío existencial, la falta de una comunicación humana capaz de sacar al hombre de la soledad y, sobre todo, la necesidad de encontrar un sentido a la vida. Al mismo tiempo, estos autores empiezan a adaptar las novedosas técnicas narrativas que se habían ido introduciendo en la novela contemporánea: los saltos temporales, el juego de perspectivas, el monólogo interior, etc. Esta tendencia fue fortaleciéndose hasta que, al llegar los años 60, se produce la aparición de un nutrido grupo de jóvenes novelistas cuyas obras encontraron un amplio eco en todo el mundo por la novedad de su lenguaje y de sus estructuras novelescas, por el uso del mito sin renunciar a plantear problemas sociales, económicos y políticos acuciantes de sus países, etc. Nace, así, lo que la prensa y la crítica denominaron el Boom de la novela hispanoamericana. Fue tal el éxito editorial y tan positiva la recepción de crítica y público, que el éxito de los C. Fuentes, M. Vargas Llosa, G. García Márquez, J. Cortázar, etc. arrastró consigo a muchos otros novelistas, algunos de los cuales ya habían empezado a publicar con anterioridad. Además de los ya citados Onetti y Sábato, podemos señalar a A. Carpentier, J. Rulfo, A. Roa Bastos, etc. Incluso el reconocimiento internacional de Borges se sitúa en esta época.

La llegada de una nueva década, sin embargo, dio paso a nuevas corrientes que irían cobrando fuerzas en los años sucesivos. Favorecidos por una nueva realidad política y social en la que a la revolución juvenil se unía la instauración de regímenes dictatoriales al calor de la Guerra Fría, la crisis del modelo revolucionario cubano después del “caso Padilla”, la crisis económica y de la deuda externa, etc., los nuevos autores rechazaron las elucubraciones estructuralistas, que tanto juego habían dado a los autores del Boom, así como a sus pretensiones de alcanzar novelas totalizadoras; en su lugar, proponen una novela donde prima la narratividad, donde el amor, el sexo, el humor, la cultura pop, etc. tendrán un lugar más destacado. Es lo que dio en llamarse la novela del posboom.