asignatura grado 2024

Asignatura grado 2025

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA MODERNA I

Código Asignatura: 70013010

NOMBRE DE LA ASIGNATURA
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA MODERNA I
CÓDIGO
70013010
CURSO ACADÉMICO
2024/2025
DEPARTAMENTO
FILOSOFÍA
TÍTULO EN QUE SE IMPARTE
GRADO EN FILOSOFÍA
  • TERCER
  • SEMESTRE 1
  • OBLIGATORIAS
MICROGRADO EN HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
  • SEMESTRE 1
  • OBLIGATORIAS
MICROGRADO EN HISTORIA, CULTURA Y PENSAMIENTO EN LA EDAD MODERNA
  • SEMESTRE 1
  • OPTATIVAS
Nº ECTS
5
HORAS
125
IDIOMAS EN QUE SE IMPARTE
CASTELLANO

La asignatura de Historia de la Filosofía Moderna I comprende el período que va desde Descartes hasta Kant. En ella se estudian los movimientos filosóficos denominados habitualmente como Racionalismo, Empirismo e Ilustración, así como la filosofía transcendental de Kant. En ellos se señalan sus principales actores: Descartes, Isabel de Bohemia, Spinoza, Anne Conway, Leibniz, Hume, Rousseau, Madame de Châtelet, Mary Wollstonecraft. Especial relevancia se le otorga a Immanuel Kant, teniendo en cuenta también la importante presencia de su pensamiento en la actualidad.

El objetivo último del estudio de la historia de la filosofía es acercar al alumnado a la lectura de los grandes pensadores y pensadoras y al diálogo con ellas/os. En cuanto materia histórica, para esta asignatura será pertinente una información sobre los datos históricos, los escritos fundamentales, sus ideas y sus argumentos. En cuanto reflexión filosófica se espera del alumnado no una mera actitud erudita frente a esos datos, sino una propiamente filosófica, a saber, la de plantearse él o ella misma también aquel asunto que quiso ser pensado en esos textos, la de pensar con ellos. Éstos son los dos aspectos que se tendrán en cuenta a la hora de abordar la asignatura, así como en la valoración del trabajo del alumnado. Acorde con el último aspecto señalado, dentro del programa se ha buscado ofrecer una amplia optatividad, de manera que cada persona también pueda seguir en lo posible sus propios intereses filosóficos.

Esta asignatura se encuadra dentro del desarrollo que la historia de la filosofía experimenta a lo largo de los cuatro cursos del Grado. La Historia de la Filosofía Moderna presupone, por tanto, el estudio de la Filosofía Antigua, Medieval y del Renacimiento, y prepara la comprensión de sus manifestaciones contemporáneas.

Con este amplio despliegue se pretende ofrecer una visión global del pensamiento filosófico, tanto histórico como sistemático, de su desarrollo a lo largo de sus diferentes épocas y de los diversos temas e ideas que le han ocupado. Gracias a ello podrá apreciar asimismo tanto la originalidad como la influencia, la continua elaboración en un co-pensar no exento también de malentendidos, a veces productivos. Las múltiples referencias de unos pensadores a otras y otros, y de unos temas con otros, formará una red de diálogo y de mutua referencia, imprescindible para la comprensión de la complejidad y la riqueza del pensamiento filosófico. El estudiante captará de ese modo el amplio abanico de problemas en una presentación ordenada, que le puede servir de columna vertebral en sus estudios filosóficos, y le permite situar, gracias a su visión panorámica, las diferentes asignaturas sistemáticas e incluso su posterior especialización.

Nuestra historia, la Historia de la Filosofía Moderna, dividida a su vez en dos partes consecutivas: I y II, se inicia en 1637 con el Discurso del Método de Descartes y concluye en 1889, cuando Nietzsche se adentra irremisiblemente en la enajenación mental; apenas 250 años, pero de una extraordinaria potencia en la creación de sistemas filosóficos, que marca aún de manera decisiva nuestra actualidad. Casi todos los estudiosos hacen arrancar la modernidad filosófica en Descartes, por el hecho de que pone en el «yo», en el «yo pienso», el punto arquimédico de su filosofía e intenta desde allí llevar a cabo una reconstrucción sistemática de todo el saber filosófico. Muchos críticos actuales de la modernidad la identifican sin más con la propuesta cartesiana, no dándose cuenta de las enormes diferencias que hay en ella, no parándose a analizar las muy diversas propuestas sobre el sujeto y la razón que se ha llevado a cabo a lo largo de este período; no es lo mismo Descartes que Kant, ni Kant que Hegel, ni Hume que Novalis o los románticos, Schopenhauer o Marx, ni el pensamiento, en general, de los autores respecto de las reivindicaciones con perspectiva de género que comienzan a abrirse paso. Por el otro lado, al final de nuestro recorrido, encontramos a Nietzsche, al cual se le sitúa ahora como el iniciador de la postmodernidad, de una etapa nueva del pensar. Nietzsche recoge una filosofía de la voluntad, ya presente en Descartes, pero que le llega a él desde la primacía de lo práctico en Kant, el Yo como autoposición del primer Fichte, protoser como voluntad en el tercer Schelling, el de las Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana, y por último el mundo como voluntad en sí e irracional según Schopenhauer. Pero él procede también a una crítica de esa tradición que ha hecho fortuna en filósofos actuales a partir sobre todo de los años 60 y en Francia.

Entre medias, entre Descartes y Nietzsche, se sitúan figuras tan influyentes hasta en nuestro presente como Spinoza, Hume, Kant, Mary Wollstonecraft, Madame de Châtelet, Hegel, o Marx. Son pensadores que el estudioso de la filosofía no puede dejar de lado en casi ninguno de los problemas filosóficos. Cada una/o de ellas/os ofrece un modo diferente de filosofar, lo cual exige del alumnado una atención especial y un cuidadoso estudio para comprender su terminología y enfoque, a fin de no aplanar las diferencias. Sólo de ese modo será posible captar la fuerza y la originalidad del pensamiento, así como sus limitaciones. Esta visión global y a la vez detallada de toda la filosofía a través de su historia, de sus figuras principales, es lo que confiere a la Historia de la Filosofía una fuerza pedagógica insustituible, que ninguna otra materia de la licenciatura, necesariamente parcial, puede lograr. Ella ha de servir de visión de conjunto en los estudios de filosofía, gracias a la cual el alumnado pueda situar en el tiempo histórico y en el orden sistemático las demás materias. Pero eso mismo obliga a tener en cuenta no sólo las semejanzas, sino también las diferencias entre los distintos filósofos. No se puede pasar de un pensador a otro como si las palabras significaran siempre lo mismo, o como si estuvieran hablando desde el mismo horizonte del pensar. Por ejemplo, tanto para Descartes como para Kant la subjetividad es la piedra angular de sus sistemas, pero no se puede decir, como suele ocurrir, que piensan del mismo modo dicha subjetividad, pues sus propuestas son ontológicamente diferentes: para el primero, la subjetividad es «res», cosa o substancia, mientras que para el segundo es acción y no substancia, una categoría que sería apropiada sólo a lo cósico o fenoménico. Ni siquiera dentro del sistema hegeliano los conceptos guardan en todo momento un sentido unívoco, sino que se ha de tener en cuenta el contexto sistemático de su uso y emplazamiento. Eso ocurre igualmente en la filosofía plural y fragmentaria de Nietzsche, etc. El alumnado debe tenerlo presente para que su escucha o lectura sea abierta, atenta y adecuada.

De igual modo se ha de tener sensibilidad para las conexiones históricas, o sea, para las influencias y las continuidades. Eso nos hace ver la fecundidad y limitaciones de los planteamientos filosóficos, ya sean ontológicos, éticos, políticos o estéticos. Pero asimismo resulta interesante reparar en las conexiones que hay entre la filosofía y la sociedad o la cultura de una época o de un pueblo, sin convertirlas por eso en meros productos de sus circunstancias históricas, eliminando con ello su intención de verdad, esa misma intención con la que nosotros pretenderíamos reducirlas a un rincón de la historia. Dichas atenciones nos abrirán la mente para la efectiva aventura del pensar en su ámbito cultural, y nos proporcionará ricos materiales, argumentos y perspectivas para pensar por nosotras mismas la realidad y nuestro tiempo. Ésa es la labor de este estudio. La historia de la filosofía ha de hacer posible el diálogo con las grandes pensadoras y pensadores a fin de aprender a pensar la realidad que vivimos y somos. Esto obliga a una lectura directa de sus escritos, y a no quedarse en manuales. Pero a la vez hemos de pensar con ellos y ellas el asunto mismo, hacernos cargo de lo que allí anda en juego, para que la escucha sea activa, crítica y productiva, no meramente reproductiva. El estudio de la filosofía, ni siquiera en su materia de Historia de la filosofía, es un asunto de mera memoria o registro de datos, sino que ha de ser al menos también un instrumento para nuestro pensar, y eso sólo se logra si a la vez dialogamos con las que ya han pensado acerca de los asuntos mismos, como aquello sobre lo cual merece el esfuerzo de aclarase conceptualmente y encontrar orientación.

Con todo ello me gustaría ofrecer una iniciación a la investigación para entender el desarrollo posterior y también el actual de la filosofía y, a la vez, hacer patente la dificultad que supone acercarnos a la obra de autoras, que, por su condición de mujeres, fueron dejadas al margen y, por ello, inevitablemente, su influencia fue menor pero sus aportaciones no poco relevantes. Las obras de muchas de ellas siguen teniendo para nosotras un difícil acceso por no haber sido traducidas o/y estar sus libros descatalogados. Sus nombres ni siquiera aparecen hasta el día de hoy en los obras de referencia de estilo enciclopédico que se citan como manuales de Historia de la Filosofía.

Sin embargo, ante la riqueza de material que hallamos en estos dos siglos y medio de historia de la filosofía, se impone tanto en Historia de la Filosofía I como en la II una selección, una reducción a sus momentos más significativos. Pero una visión general de la época siguiendo alguna historia de la filosofía, e incluso de una historia en general, es siempre recomendable para todo estudiante como perspectiva panorámica y primer acercamiento histórico y sistemático. Sin embargo, una vez obtenida esa orientación, la lectura directa de los textos más importantes de las filósofas/os es una tarea ineludible. Quedarse en lo que los otros han dicho, es condenarse a no tener voz propia. El contacto directo y la lectura pausada, atenta y activa de esos textos es además una de las mejores maneras de aprender a filosofar. Es verdad que a veces ese enfrentamiento directo resulta algo arduo al principiante; en ese caso hay que echar mano de comentarios que nos acompañen y guíen en el estudio. Teniendo, pues, en cuenta este carácter activo del estudio de la filosofía, se ofrecen varias (de suyo múltiples) posibilidades de abordar esta asignatura, a fin de que la forma de estudio surja del interés y modos de trabajar de cada quien, de su preocupación propiamente filosófica, la fomente y desde ahí vaya construyendo sus conceptos, evidentemente para abrirse a la universalidad del pensar, ésa en la que todos estamos invitados.

Por último hay que decir que los epígrafes con los que se suelen dividir los períodos de la historia de la filosofía no han de ser tomados de otra manera que como indicadores de caminos que se bifurcan constantemente: éstos señalan algunas cosas, y dejan muchas más en el silencio. La distancia que hay entre Spinoza y Descartes podría considerarse mayor que la que se da entre Hume y Descartes si nos fijamos en el horizonte desde el que se habla: mientras que estos dos últimos lo hacen desde una subjetividad en principio aislada del mundo, en lo cual Hume es claro deudor de la posición cartesiana, Spinoza se lanza a hablar desde el horizonte del Absoluto, como lo hará Hegel, si bien con otro método, el dialéctico. Tómense esas periodizaciones, por tanto, como ayudas y no como compartimentos estancos homogéneos. Todo es más fluido y diverso de lo que ellas son capaces de indicar, pero tampoco se puede decir que carecen de toda apoyatura o uso. Utilícese en la medida en que nos ayudan a articular el múltiple material de este período y a pensar en él, rebásese en cuanto ya nos pongamos a pensar en serio más allá de toda etiqueta previa, lo cual ha de ser siempre la meta.