La regeneración por los cintos puntos

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Sala-XX: Espiritualidad y Masonería

LA REGENERACIÓN POR EL ABRAZO DE LOS CINCO PUNTOS

La masonería diseccionada de Samuel Prichard (1730) fue uno de los primeros textos en los que se divulgó el momento culminante del rito de exaltación o elevación al grado de maestro; cuando el maestro instalado que dirigía la ceremonia, levantaba del suelo al candidato que simulaba ser el cadáver de Hiram Abí, entonces procedía a regenerarle mediante el abrazo de los cinco puntos de la masonería; mano con mano, pie con pie, mejilla con mejilla, rodilla con rodilla, y mano en la espalda, y le comunicaba al oído la palabra sagrada: MahaBoneh.

Por su parte, el manuscrito Sloane nº 3329 (c. 1700), aunque nada dice del asesinato de Hiram, sí explica que la palabra sagrada había de transmitirse mientras el maestro del taller presionaba ciertas partes del cuerpo del candidato (tal vez para estimular sus centros sutiles);

“Ellos tienen otra [contraseña] que llaman la contraseña de maestro, y es Mahabyn, que dividen siempre en dos palabras. Se colocan de pie uno contra otro, pecho contra pecho, tocándose los tobillos derechos por el interior, apretando mutuamente la mano derecha por el puño de la mano del maestro, la extremidad de los dedos de la mano izquierda presionando fuertemente las vértebras cervicales del otro; permanecen en esta posición el tiempo necesario para susurrarse al oído uno Maha y el otro, en respuesta, Byn”.

Al igual que el edificio se levanta una vez delimitados sus cinco puntos, el hombre se regeneraba a partir de la estimulación de cinco puntos vitales del cuerpo. En efecto, los masones han relacionado los signos y toques, e incluso ciertas formas rituales de abrazo como el que se da “por los cinco puntos de la masonería” para “resucitar” o regenerar a quien accedía al grado de maestro, con una técnica destinada a presionar adecuadamente ciertos puntos neurálgicos (nódulos o chakras) que estimulasen los “canales sutiles” o meridianos del sistema vascular primo;

“Entonces levantaron el cadáver y lo sostuvieron, poniendo un pie contra su pie, una rodilla contra su rodilla, el pecho contra su pecho, una mejilla contra su mejilla, y una mano en su espalda, y se pusieron a gritar: Ayuda, oh Padre” (Manuscrito Graham, año 1726).

¿De dónde procedía la idea de la regeneración mediante los cinco puntos? Tal vez provenga del repertorio de creencias judías y prácticas cabalistas de las cuales hay algunos antecedentes en el Antiguo Testamento; por ejemplo, en las vidas de Elias, Eliseo y Jacob.

Dos pasajes veterotestamentarios refieren un curioso ritual de resurrección o regeneración protagonizado por los profetas Elias y su discípulo Eliseo. Allí se explica que, para reanimar al pequeño hijo de una viuda de Sarefta, Elias “se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Yahve y dijo: Yahve Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él” (1 Reyes 17:17-24), lo que efectivamente aconteció. El rito es más precisamente explicado en otra parte de la Biblia con ocasión del fallecimiento del hijo de una viuda sunamita. Avisado de la muerte de un niño, Eliseo mandó colocar su bastón sobre la cabeza del niño. Al no dar resultado, Eliseo se encerró en la habitación donde yacía el cuerpo del niño, invocó a Yahveh y

“se tendió sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas; así se tendió sobre él, y el cuerpo del niño entró en calor. Volviéndose luego, se paseó por la casa a una y otra parte, y después subió, y se tendió sobre él nuevamente, y el niño estornudó siete veces, y abrió sus ojos” (2 de Reyes 4, 32-33).

Este antiguo rito ha pasado a algunas comunidades judías que lo adoptaron como modelo de regeneración por “comunicación” y, probablemente, de allí lo adoptaron los masones cabalistas que lo incorporaron a sus rituales. Bien es verdad que tales ritos guardan estrechas similitudes con las ceremonias de sanación practicadas por diversas culturas y cuyo protocolo consistía en; 1º formación de una imagen saludable del enfermo, 2º animación de esa imagen mediante movimientos naturales de la salud (respiración, bostezos, soplos etc.), 3º proyección de esa imagen animada sobre el enfermo, y 4º finalmente, fijación de la imagen sana mediante la plegaria.

Igualmente, la singular vida de Jacob ha servido también para que algunas de estas comunidades judías interpretaran en clave pneumofisiológica ciertos acontecimientos narrados en la Torá. Según esto, los diversos episodios de su vida parecen corresponderse con las etapas o fases del proceso espiritual que comenzaba con la iniciación y concluía con la visión del rostro de Dios. Recordemos que Jacob (etimológicamente; talón) recibió ese nombre porque nació asiendo el talón de su hermano mellizo Esaú (Génesis 25, 25-26). Narra el Génesis que, en su convulsa huida y peregrinación, Jacob hizo noche en la localidad de Luz (¿de nuevo la parte inferior del coxis?) y utilizó una piedra para recostar la cabeza (¿ascenso de la piedra-hueso Luz hasta el cráneo durante la meditación?). Allí soñó que se le aparecía una escalera que comunicaba la tierra con el cielo y por la que subían y bajaban los ángeles de Dios; “Y he aquí que Yahveh estaba en lo alto de ella, y dijo: Yo soy Yahveh, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac…”. Cuando despertó Jacob comprendió que estaba en un lugar santo, una “puerta del Cielo”, por lo que derramó aceite sobre la piedra y además cambió el nombre del lugar “que se llamaba Luz, pero Jacob le cambió el nombre y le puso Beth-El”, es decir, casa de Dios (Génesis 28, 10-19). Después, en otra noche, apareció un hombre (resultaría ser un ángel o el mismo Yahveh) que combatió con Jacob “hasta que rayaba el alba. Y como vio que no podía con él, tocó la articulación de su muslo, y descoyuntó la pierna de Jacob mientras con él luchaba”. Entonces Yahveh le bendijo y le cambió el nombre de Jacob por el de Israel “porque has peleado con Dios y con los hombres, y has vencido”. A partir de ese momento, “llamó Jacob el nombre de aquel lugar Peniel: porque vi a Dios cara a cara, y fue liberada mi alma. Y salió el sol pasado que hubo a Peniel; y cojeaba de su pierna” (Génesis 32, 24-25). Finalmente, Jacob llegó en paz a la ciudad de Siquem, acampó y levantó un altar “pero Dios no quería que el altar estuviera en Siquem, sino en Bethel” (Génesis 33, 18-21).

Por tanto, el proceso ritual de la iniciación de Jacob sería el siguiente:

1º Jacob, el talón, comienza su peregrinaje huyendo de su hermano Esaú (etimológicamemte; lo vano).

2º Se recuesta en una piedra y tiene la visión profética de una escala que comunica Luz (hueso-coxis) con el cielo a través de Beth-El (puerta celeste).

3º Desarticulación del fémur (eufemismo del órgano sexual o, más bien, del centro sutil localizado en dicho lugar) que obliga a un caminar oscilante y encantatorio, mutilación típica (tuerto, cojo, etc.) de los personajes que han superado la iniciación y que, como en este caso, han recibido la berakah de Yahveh a la salida del sol, seguida de un nombre nuevo (Israel).

4º La victoria va acompañada de la visión de Yahveh cara a cara en Peniel (literalmente, “rostro de Dios”).

5º Jacob llega a la ciudad de Siquem o Shekem (literalmente, espalda), pero Yahveh le recuerda que el altar para invocarle debe estar más arriba, en Beth-El.

La secuencia ritual tiene todos los elementos de una iniciación; búsqueda, visión, mutilación, combate ritual nocturno, transmisión de la bendición, otorgamiento de un nuevo nombre… Se han ofrecido diversas interpretaciones a este extraño relato. Se trataría, en todo caso, de un proceso ritual destinado a desligar los nudos vitales y “liberar el alma” mediante un combate nocturno (¿descenssus ad inferos?) que concluyó al despuntar el alba cuando Yahveh, al tocar la articulación del fémur (¿eufemismo del sexo) de Jacob, le obligó a inclinarse (¿eliminó el último resto de soberbia?).

Este ritual iniciático utilizado por Eliseo y afrontado por Jacob, contiene los cinco puntos de la masonería; talón, articulación del fémur, coxis, espalda, y cabeza. Así las cosas, el que los masones hayan elegido la escala de Jacob como uno de los elementos iconográficos más importantes del cuadro de logia del grado de aprendiz, ¿probaría que habían heredado una tradición operativa pneumofisiológica para activar los centros sutiles del cuerpo humano? Realidad o especulación, lo cierto es que tales creencias continúan formando parte del acervo masónico.

 

Extractado de:

Javier Alvarado Planas, Monarcas masones y otros príncipes de la Acacia, Madrid, 2017, vol. II, pass.

Javier Alvarado Planas, Apercepciones sobre la iniciación masónica, Madrid, 2019, pp. 157-160.