La palabra reencontrada

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Sala-XX: Espiritualidad y Masonería

“YO SOY, YO SOY” Y LA PALABRA REENCONTRADA

El progreso del masón se vinculaba al recorrido de las tres estancias del templo de Salomón; atravesaba como aprendiz masón las columnas que flanquean los lados de la puerta, avanzaba en calidad de compañero masón por el interior del templo, ascendía por la escalera de caracol hasta la cámara superior y, ya como maestro masón, accedía al Sancta Sanctorum.

En la plancha o trazado del grado de maestro aparece dibujada la tumba de Hiram Abí y, sobre la tapa superior, también se dibujaba la entrada al Sancta Sanctorum del Templo de Jerusalén en donde se manifestaba la Sagrada Presencia sobre los querubines ¿Qué significado han atribuido los masones a esta escena? De un lado, se dice en Exodo 33,20 que el hombre no puede ver el rostro de Dios y seguir vivo (como hombre); “No podrás ver mi rostro, porque no me verá hombre que siga con vida”. Pero también se explica que

“Cuando Moisés entraba en el tabernáculo [es decir, entraba en contemplación], la columna de humo descendía [la nube del no saber o exención de pensamientos] y se ponía a la puerta del tabernáculo [cerraba las puertas de los sentidos y el alma queda aislada del cuerpo] y Yahveh hablaba con Moisés [entraba en éxtasis]. Y hablaba Yahveh a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero [experiencia no dual]” (Exodo, 33, 9-11).

Esta comunicación entre el alma (Moisés) y Dios solo podría producirse cuando el alma se hubiera “separado” del cuerpo, es decir, hubiera muerto al “mundo profano” para entrar al “mundo del espíritu” a través de la más intensa meditación. Dado que, en el lenguaje espiritual, entrar en el Templo significaba orar o meditar, entonces acceder al Sancta Sanctorum describía un estado intenso de concentración. Nos preguntamos, en definitiva, si la representación de la plancha del grado de maestro podía hacer referencia a una visión o experiencia extática. Ciertamente, la idea de asociar la masonería con las visiones extáticas o sueños proféticos parece una exageración fuera de lugar. Sin embargo, recordemos que ya Dermott, autor de las Constituciones de los antiguos publicadas en 1756 con el título Ahiman Rezon, afirmaba que las redactó tras ser inspirado por una “revelación” o visión onírica providencial.

Es patrimonio común de varias religiones que la recitación del nombre de Dios “Yo soy” no solo produce beneficios espirituales, sino que, en sí mismo, Yo Soy contiene implícitamente un método o vía de acceso al Ser. Por ejemplo, el nombre del dios Brahma procede de brahm-ahan, literalmente “Yo Soy”. Así, el mantra, palabra sagrada, o mahavakya (“gran dicho”) «Yo soy Brahman» (p. e. Brihadaranyaka Upanishad 1. 4. 10) significa literalmente, “Yo soy, Yo Soy”. Ello coincide con el nombre de Dios que aparece revelado a Moisés en Éxodo (3, 14); «YO SOY QUIEN SOY» (EHYEH ASHER EHYEH). Por otra parte, cuando un judío pronuncia el nombre de Yahveh sabe que dicho nombre deriva de la tercera persona del singular del verbo ser, es decir, está diciendo “El (que) es”. De igual manera, el musulmán que pronuncia el sagrado nombre de Allāh, sabe que se está refiriendo a una arcaica forma del mismo tiempo verbal. Ahora bien, esa forma verbal del sagrado nombre de Dios no deja de ser una manera respetuosa y piadosa de evitar mencionar el nombre que Dios tal y como El mismo se define a sí mismo en primera persona del presente del verbo ser; “YO SOY (QUIEN) YO SOY”.

Esto nos introduce en una vía meditativa empleada por la mística judía y cristiana que podría rastrearse en diversos textos bíblicos. Así, cuando Jesucristo dice que «Antes de que Abraham fuera, Yo soy» (San Juan 8, 58), se está refiriendo al sagrado nombre de Dios, pues no dice, «Antes de que Abraham fuera, Yo era». De ahí que cuando afirma que «Yo soy la vía, la verdad y la vida: ningún hombre llega al Padre sino por mí» (San Juan 14, 6) pueda interpretarse que «Yo soy (es) la vía, la verdad y la vida». Por tanto, en estas líneas de la Biblia yace más o menos enmascarado un antiguo método de meditación que ha perdurado en la tradición monástica cristiana y que tiene uno de sus exponentes medievales más conocidos en el método explicado en dos obritas tituladas El libro de la orientación particular, y su continuación, La nube del no-saber.

En efecto, la atención a la sensación de ser es un método antiquísimo, simple y directo que encontramos en todas las tradiciones contemplativas. Uno de los principales hallazgos de la práctica meditativa es que cuando prestamos atención a los objetos externos, tal atención adopta la forma de «pensamientos», pero cuando prestamos atención a la “sensación de ser”, la atención permanece como ser. Ciertamente, este hecho no debe ser un «pensar» en nosotros, sino un prestar atención a «yo soy», lo que provoca que la mente se gire sobre sí misma y “revele” el hecho de que nuestro pensamiento cesa y permanece en el estado de solo ser. Mientras que en la meditación convencional se requiere de un objeto sobre el cual meditar, en la meditación “yo soy” hay solo el sujeto sin el objeto. O, si se prefiere, el sujeto hace de sí mismo su objeto de observación hasta que, paulatinamente, experimenta que no hay sujeto ni objeto, sino solo presenciación impersonal.

Precisamente, a esta forma de meditación desde el presente alude la expresión masónica “cuadrar la meditación” que, en 1737, la Inquisición de Venecia confundió muy probablemente con la herejía quietista. Con todo, el origen de la expresión “cuadrar la meditación” se encuentra en una epístola de san Pablo a los Efesios en la que explica que el conocimiento espiritual consiste en comprender “cual sea su anchura, longitud, profundidad y altura” (3,18), aunque ya san Juan comenta en Apocalipsis 21, 16 que la Jerusalén celeste adoptaba la forma cuadrada por ser símbolo de perfección. Lo cierto es que esa expresión luego fue utilizada en antiguos textos cabalistas y también tuvo una amplia difusión entre los recogidos de la Edad Media y Moderna, de donde la tomaron los masones. En efecto, las expresiones “escuadrar el pensamiento”, “cuadrar la meditación, o “cuadrar la oración” designan el paso de la meditación reflexiva o discursiva basada en pensamientos, a la meditación pura o exenta de pensamientos, es decir, a la meditación sin objetos. Por tanto, escuadrar la meditación describía el proceso de paulatino desapego de los pensamientos mediante la “geometrización” de las imperfecciones y tallado a escuadra de la piedra bruta utilizando para ello la “justa medida” (los ritmos de la regla) hasta “reunir lo disperso” (es decir, recogiendo o resignando los sentidos, la memoria y la inteligencia simbolizados por los infinitos puntos del círculo) en el punto de apoyo del compás, es decir, el punto central considerado como Verbo de Dios en donde cuadra la meditación porque cesa el movimiento de las pasiones y reinaba la paz.

Varias expresiones y escenas de la liturgia masónica podrían referirse a este proceso de paulatino desapego a los pensamientos. Cuando los textos masónicos explicaban que “durante la construcción del templo no se escucharon martillos, sierras ni instrumentos de hierro” (II Crónicas 6,7), ni ruido de metal alguno (I Reyes 6,7), habría una velada alusión al fundamento del Arte Real como disciplina del silencio mental, especialmente del pensamiento “yo”, como metal más pesado. Tal vez por eso se dice en Génesis 20, 25 que “si me haces un altar de piedra, no lo construirás con piedra tallada, ya que al labrarlas con escoplo [el ego] lo profanarías” (Exodo 20,22). En este sentido, la escena del despojamiento de los metales previa a la iniciación no solo aludiría a los metales físicos sino también a ciertos pensamientos. Los ruidos producidos con el choque de malletes y espadas durante la primera circumambulación ritual representarían el flujo incontrolado de los pensamientos, que disminuía en el segundo viaje, y desaparecería totalmente en la última circumambulación. En este sentido, tal vez el correcto sentido de la expresión ritual “Hermanos ¡Al Orden!” constituya una de las tantas exhortaciones a que el masón practique la Atención Plena y se sitúe en el Presente, es decir en el Ahora, estado que, por lo demás, los masones califican de Cámara del medio.

Ahora se entenderá un poco mejor el optimismo con el que un texto masónico de 1730 afirma que “Macbenah os hará libre”.

 

Extractado de:

Javier Alvarado Planas, Monarcas masones y otros príncipes de la Acacia, Madrid, 2017, vol. II, pass.

Javier Alvarado Planas, Apercepciones sobre la iniciación masónica, Madrid, 2019, pp. 147-179.