Operativo y especulativo

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Sala-XVIII: La formación del masón en la logia

«OPERATIVO» Y «ESPECULATIVO»

En toda civilización tradicional toda actividad del hombre, cualquiera que sea, siempre se considera como derivando esencialmente de los Principios; eso, que es concretamente verdad para las ciencias, lo es otro tanto para las artes y los oficios. Por este vinculamiento a los principios, la actividad humana, se podría decir, es como «transformada», y, en lugar de ser reducida a lo que es en tanto que simple manifestación exterior (lo que es en suma el punto de vista profano), es integrada en la tradición y, para el que la cumple, constituye un medio de participar efectivamente en ésta, lo que equivale a decir que reviste un carácter propiamente «sagrado» y «ritual». Por eso es por lo que se ha podido decir que, en una tal civilización, «cada ocupación es un sacerdocio».

Si el oficio es algo del hombre mismo, y como una manifestación o una expansión de su propia naturaleza, es fácil comprender que pueda servir de base a una iniciación, e incluso que sea, en la generalidad de los casos, lo que hay de mejor adaptado a este fin. En efecto, si la iniciación tiene esencialmente por meta rebasar las posibilidades del individuo humano, por eso no es menos verdad que no puede tomar como punto de partida más que a este individuo tal cual es, pero, bien entendido, tomándole por su lado superior, es decir, de los medios puestos en obra a título de «soportes».

Puesto que la forma de la iniciación masónica está ligada a un oficio, y puesto que sus símbolos y sus ritos, toman esencialmente su apoyo en el oficio de constructor, se ha llegado a confundir «operativo» con «corporativo», deteniéndose así en el aspecto más exterior y más superficial de las cosas, así como es natural para aquel que no tiene ninguna idea y ni siquiera ninguna sospecha de la «realización» iniciática. Así pues, la opinión más extendida podría formularse así: los masones «operativos» eran exclusivamente hombres de oficio que poco a poco «aceptaron» entre ellos, a título honorífico a personas extrañas al arte de construir; pero, finalmente, ocurrió que este segundo elemento devino predominante, y es de eso de donde resultó la transformación de la Masonería «operativa» en la Masonería «especulativa», que no tiene ya con el oficio más que una relación ficticia o «ideal». Esta Masonería «especulativa» data, como se sabe, de comienzos del siglo XVIII; pero algunos, constatando la presencia de miembros no obreros en la antigua Masonería «operativa», creen poder concluir de ello que esos eran ya Masones «especulativos».

Pero antiguamente no había otra distinción que la de los masones «libres», que eran los hombres de oficio, y de los Masones «aceptados», que, ellos sí, no eran profesionales, y entre los cuales se hacía un sitio aparte a los eclesiásticos, que eran iniciados en Logias especiales (llamadas Lodges of Jakin, y el «capellán» mismo se llamaba Brother Jakin) en la antigua Masonería «operativa» para poder desempeñar la función de «capellán» en las Logias ordinarias. Pero los unos y los otros eran igualmente miembros de una única y misma organización, que era la Masonería «operativa»; ¿y cómo habría podido ser de otra manera, cuando ninguna Logia habría podido funcionar normalmente sin estar provista de un «capellán», y por consiguiente sin contar al menos con un Masón «aceptado» entre sus miembros? Por lo demás, es exacto que es entre los Masones «aceptados» y por su acción como se ha formado la Masonería «especulativa».

En todo caso, el paso de lo «operativo» a lo «especulativo», muy lejos de constituir un «progreso» como lo querrían los modernos que no comprenden su significación, es exactamente todo lo contrario desde el punto de vista iniciático; hablando propiamente, no implica forzosamente una desviación, pero sí al menos una degeneración en el sentido de una mengua que consiste en la negligencia y el olvido de todo lo que es «realización», puesto que eso es lo verdaderamente «operativo».

En el caso de una iniciación «especulativa» la transmisión iniciática subsiste siempre, puesto que la «cadena» tradicional no ha sido interrumpida; pero, en lugar de la posibilidad de una iniciación efectiva, no se tiene más que una iniciación virtual, y condenada a permanecer tal por la fuerza misma de las cosas, puesto que la limitación «especulativa» significa propiamente que esa etapa ya no puede ser rebasada, dado que todo lo que va más lejos del orden es «operativo» por definición misma. Eso no quiere decir que los ritos ya no tengan efecto ya que siguen siendo el vehículo de la influencia espiritual; pero, por así decir, este efecto se «difiere» en cuanto a su desarrollo «en acto», y es como un germen al que le faltan las condiciones necesarias para su eclosión, puesto que estas condiciones residen en el trabajo «operativo», únicamente por el cual la iniciación puede hacerse efectiva.

A este propósito, debemos insistir todavía sobre el hecho de que una tal degeneración de una organización iniciática no cambia no obstante nada de su naturaleza esencial, y que incluso la continuidad de la transmisión basta para que, si se presentaran circunstancias más favorables, sea siempre posible una restauración, debiendo concebirse entonces esta restauración necesariamente como un retorno al estado «operativo».

Por otra parte, la inferioridad del punto de vista «especulativo» muestra todavía que el «pensamiento», cultivado por sí mismo, no podría ser en ningún caso el trabajo de una organización iniciática como tal. Esta no es un grupo donde se deba «filosofar» o librarse a discusiones «académicas», como tampoco a cualquier otro género de ocupación profana. La «especulación filosófica», cuando se introduce aquí, es ya una verdadera desviación.

Por tanto, se puede siempre aplicar los términos de «operativo» y «especulativo» haciéndolos corresponder respectivamente a la iniciación efectiva y la iniciación virtual.

Extractado de: René Guenón, Apercepciones sobre la Iniciación, capítulo XXIX.