Arquitectos masones en Francia (Siglo XVIII)

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Sala-XVII: Ciencia y Masonería

ARQUITECTOS MASONES EN FRANCIA (SIGLO XVIII)

Los esfuerzos de los estudiosos, desde Juan Bautista Villalpando y Perrault hasta Newton, para reconstruir gráficamente el Templo de Salomón contribuyeron al establecimiento del tipo ideal del edificio masónico. La más gráfica de estas reconstrucciones del Templo es la de De Wailly, en la que la planta convencional desarrollada por Villalpando y Fischer von Erlach se reelabora de cuerdo con las fases del ritual masónico con objeto de plasmar la ruta de la iniciación en una grandiosa secuencia de escaleras y patios abiertos que conducen hasta el mismo sanctasanctórum, una combinación de los tipos del templo griego y del panteón romano que más tarde iba a repetirse en el proyecto de Vaudoyer para la terminación de la Madeleine de París.

Esas leyendas de origen masónico llegaron a ser de interés para una teoría arquitectónica preocupada por la vuelta a un orden básico y original, tipo de arquitectura original paradigma de un nuevo orden social. En realidad, se consideraba al arquitecto como el paradigma del masón: en 1784, Béyerlé afirmaba que el amplio abanico de conocimientos exigidos al arquitecto y su especial facilidad par interpretar los mitos fundacionales, hacían de él un auténtico «tipo de francmasón» (Béyerlé, Essai de la franc-maçonnerie). Así, tras su iniciación en 1774 en la logia de los Corazones Simples de la Estrella Polar, el arquitecto Charle de Wailly hizo dos dibujos de una logia tipo vista desde el este y desde el oeste. Un espacio de entrada está enmarcado por dos prominentes columnas; la habitación central está flanqueada por asientos escalonados; y el Oriente está elevado sobre tres tramos de escaleras que conducen al estrado del maestro. Esta planta fue de uso generalizado durante el resto del siglo. La logia de la Amistad en Arras, por ejemplo, probablemente también fue diseñada por el arquitecto Charles de Wailly.

Entre 1774 y 1789, más de 120 arquitectos pertenecían a las logias de París afiliadas al Gran Oriente; de éstos, muchos eran bien conocidos dentro del movimiento neoclasicista como autores de textos influyentes o diseños importantes. Entre ellos J.-B. de Puisieux, arquitecto jefe de Sainte-Geneviève, era un alto oficial de su logia; su tratado de geometría reflejaba su intensa fe en la doctrina gremial masónica. Jean-Jacques Lequeu, usaba la imaginería y las preocupaciones casi ocultistas de las logias de Ruán y París diseñando entre 1786 y 1825 «La casa gótica» y otros edificios con diversas partes para celebrar las diversas pruebas iniciáticas. Y también arquitectos oficiales como Moreau-Desproux, arquitecto de la ciudad de París; a teóricos y estudiosos como Quatremère de Quincy; diseñadores importantes como Nicolas Le Camus de Mézières, Bernard Poyet, A. -. L. –T. Brongniart, Antoine Vaudoyer, Charles de Wailly, J.-F.-T. Chalgrin, Jean-Baptiste Rondelet, Pierre Rousseau y Jacques Cellérier.

La logia de las Nueve Hermanas incluía entre sus miembros a cinco arquitectos, entre ellos Charles-Alexandre Guillamot, arquitecto de la fábrica de los Gobelinos, y Bernard Poyet. Los Amigos Reunidos, la logia del lingüista y anticuario Court de Gébelin y del pintor Hubert Robert, atrajo a tres arquitectos como Petit-Radel y Moreau-Desproux. De todas las logias, la que contaba con mayor proporción de arquitectos era la de Los Corazones Simples de la Estrella Polar que, entre 1775 y 1777, tenía diez de un total de noventa miembros; Pierre Poncet, Chalgrin, Le Camus de Mézières, De Wailly y Billiard de Belizard estaban entre ellos. Un caso especial era el de Jean-Rodolphe Perronet, ingeniero y profesor de la École des Ponts et Chaussées, quien en 1787, con todo su equipo de profesores y estudiantes, formó una logia de ingenieros civiles y militares llamada Urania. Quatremère de Quincy, en su obra teórica, exhibía todas las características de alguien influido por sus filiaciones masónicas: el énfasis en la tipología idealista y el interés académico por la arquitectura egipcia mucho antes de la expedición de Napoleón a Egipto coincidían fácilmente con lo que se podrían considerar como legítimas preocupaciones masónicas.

La fundación del Gran Oriente de Francia en mayo de 1773 y el nombramiento del duque de Chartres como Gran Maestro, con el Duque de Montmorency-Luxemburgo como su sustituto regular, marcó una nueva fase en el desarrollo institucional de la Orden. El nombramiento del nuevo Gran Maestro fue un acto de elaborada pompa y brillante despliegue, las ceremonias se realizaron en un vasto salón «envuelto en el misterio». Todo el ritual se representó en medio del escarlata de las tapicerías y bajo el azur de las bóvedas salpicadas de estrellas doradas; la sala estaba iluminada con cerca de 150 luces, colocadas según una mística teoría numérica.

Aún más espléndida fue la inauguración de su nueva sede en el otoño del año siguiente. Pierre Ponce, arquitecto del Gran Oriente, transformó el edificio del antiguo Noviciado jesuita en el Faubourg Saint-Germain para uso de la logia. Las tres salas de la logia estaban colocadas en secuencia, de un modo muy parecido a la de Berlín: había una gran sala de banquetes, que tenía casi el mismo tamaño que la propia logia. «Es en este lugar», afirmaba De Lalande, «donde elevamos al Gran Arquitecto y a la virtud un templo que pertenece a todos los masones regulares de Francia; es en este asilo sagrado donde el Gran Oriente se va a entregar a sus sublimes trabajos con el decoro y la dignidad que le son propios».

La iniciación de Voltaire fue quizá la fiesta más célebre y sin duda la más comentada públicamente de cuantas se celebraron en esta sede. La ceremonia fue presenciada por unos 250 masones. El anticuario Court de Gébelin, junto con el Conde Strogonof, consejero de Catalina de Rusia, ayudaron al Venerable de la logia, De Lalande. Entre la multitud estaban Sebastien Mercier, dramaturgo y cronista; Savalette de Langes, el Marqués de Saisseval; y, por su puesto, Benjamín Franklin. En el acto de iniciación de Voltaire, el historiador Court de Gébelin había leído una detallada descripción de los misterios de Eleusis, un extracto de su Monde primitif (Court de Gébelin, Monde primitif consideré dans l´histoire civile, religieuse, et allégorique du calendrier ou almanach, París, 1774-1776, vol. 4). Para de Gébelin, estos rituales, junto con los de Orfeo en los infiernos y los descritos en la Eneida de Virgilio, eran típicos de la primera iniciación producida en Egipto por los sacerdotes egipcios en beneficio de Hermes Trismegisto, el primer mago.

La literatura masónica ya había tocado este tema de la influencia egipcia de la iniciación masónica en varias novelas cuasihistóricas que abordaban los ritos egipcios y sus complicados escenarios. La del abate Terrasson, publicada por primera vez en 1733, fue quizá la más célebre. Su novela Séthos describía con detalle las pruebas de su héroe al seguir los pasos de Orfeo en los infiernos. Séthos era sometido a tres pruebas, la del fuego, la del agua y la del aire, antes de ser admitido en el recinto del templo (Jean Terrasson, Séthos, ou vie tirée des monuments anecdotes de l´ancienne Égypte, París, 1731). Dicha obra fue utilizada por el masón Emanuel Schikaneder, en 1791, para el libreto de La flauta mágica de Mozart. Yambién Cagliostro basó su «rito egipcio» de 1775 en las descripciones de las iniciaciones de Séthos y de los trazados de Jean-Jacques Lequeu. Otra obra capital fue la de Antoine-Chrysostome Quatremère de Quincy, De l´architecture égyptienne considerée dans son origine, ses principes, et son goût (1785), Paris, 1803. Quatremère (1775-1849) que fue miembro de la logia parisiense de Talía desde 1782 a 1786.

Por su parte, el masón Jean-Jacques Lequeu proporcionó el ejemplo más gráfico de esta moda en un dibujo de una logia, diseñada en tres fases basándose en las descripciones de Terrasson; esta logia fantástica muestra, de izquierda a derecha, el pozo profundo, el perro de tres cabezas, una gran caldera equipada con instrumentos de tortura y, adoptando la sección de los hornos de vidrio ingleses, un río profundo y una enorme rueda a modo de molino de viento, que, tras la iniciación por el fuego y el agua, depositaba al aspirante, como volando por el aire, en el templo de Isis, bajo la estatua de la propia diosa. En el lado derecho del dibujo, Lequeu representó las copas del olvido y la memoria descritas por Terrasson.

Este tipo de arquitectura hermética se puso de moda entre la aristocracia y alta burguesía. Así, se levantó un pabellón construido en 1781 por Cagliostro para el banquero Sarasin, su mecenas, en una propiedad de éste cerca de Basilea, el edificio de dos plantas estaba concebido específicamente como una logia de «regeneración», según las fórmulas de los llamados ritos egipcios de Cagliostro, inventados unos cinco años antes. En esta logia se confinaría al aspirante durante cuarenta días, pasando pruebas y ejecutando ceremonias que recordaban las de los élus cohens ocultistas. En el primer piso estaban las habitaciones principales —la entrada, la sala de recepción y la logia propiamente dicha—; una escalera helicoidal conducía al salón, y a dos pequeñas cámaras para el aspirante y su hierofante.

Cuando la idea de un arquitectura de la sociabilidad se vio de nuevo forzada a ponerse al servicio de una utopía, con el modelo de esa «arquitectura societaria» concebida por Fourier, el utopismo social ya se había dado la vuelta para convertirse en socialismo utópico. La forma prototípica del hábitat social de Fourier, el Phalanstère —elaborado en beneficio de las clases trabajadoras del siglo XIX—, acabó adoptando la Orden como modelo. La orden francmasónica, escribía Fourier en 1808, «es un diamante que desdeñamos sin conocer su valor», un medio para lograr la reforma social. El ensayo de Fourier en el que considera la francmasonería como germen de su nueva sociedad, se publicó por primera vez como un apéndice de su Théorie des Quatre mouvements, Lyon, 1808 [Teoría de los cuatro movimientos, Barcelona, 1974].

Fuente: Anthony Vidler, “La arquitectura en las logias: Ritos y símbolos de la masonería”, en El espacio de la Ilustración. La teoría arquitectónica en Francia a finales del siglo XVIII, Madrid, 1997.