Historia de la masonería en Rusia

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Sala VI: La masonería en otros países

HISTORIA DE LA MASONERÍA EN RUSIA

Al igual que en otros países, las razones que animaban a los rusos a entrar en la masonería, eran de diversa índole. Para la mayoría se trataba de una moda venida de Europa que proporcionaba cierto entretenimiento con aires de sofisticación y ofrecía formar parte de un grupo de escogidos o iniciados supuestamente en posesión de un secreto. Para algunos, había razones más prácticas como eran la mera relación con personas influyentes o la integración en círculos en los que obtener favores profesionales. Otros consideraban las logias como plataformas en las que concertarse políticamente y entablar contactos con el cuerpo diplomático extranjero. En fin, para una minoría, la masonería ofrecía una enseñanza esotérica o mistérica que podía dar sentido a sus vidas; desde el elixir de la eterna juventud, la piedra filosofal, poderes teúrgicos tales como la invocación de espíritus…

Los primeros fundadores de logias en tierra rusas fueron extranjeros militares, diplomáticos o comerciantes. De entre ellos destacaron numéricamente los alemanes, los polacos y los británicos. En pocas décadas, la masonería tuvo una expansión verdaderamente notable pues solo en el siglo XVIII entre 4000 y 5000 masones se repartían en más de 100 logias. Y a pesar de las contantes prohibiciones gubernamentales, a comienzos del XIX todavía alzaban columnas cerca de 70 logias.

 

Zares y miembros de la familia imperial en la masonería

El apoyo inicial de la familia imperial contribuyó a la rápida expansión de los talleres masónicos. Repasemos por orden cronológico la lista de zares y grandes duques que fueron iniciados en la masonería. La masonería prosperó al amparo de la zarina Isabel I (1741-1762) y de su nieto, el zar Pedro III (1728-1762), especialmente tras la investigación oficial que en 1756 concluyó que la masonería era beneficiosa para el Estado. El propio Pedro III, siendo heredero, había sido iniciado en la masonería y propició la fundación de una logia en su residencia imperial de Oranienbaum junto con varios dignatarios de confianza,

La zarina Catalina II veía en la masonería un vehículo de difusión del pensamiento de la Ilustración. Una de sus primeras medidas en esta dirección fue el nombramiento, como secretario privado, del gran maestro de las logias inglesas de Rusia, el príncipe Iván Elagín, lo que contribuyó aún más a poner de moda la masonería entre la nobleza rusa. Sin embargo, en la década de 1780, Catalina II mudó su favorable opinión de la masonería por una creciente hostilidad en buena medida consecuencia de la creciente rivalidad con Suecia, Austria, Inglaterra y Prusia. La zarina creía que las diversas obediencias instaladas en Rusia seguían las directrices marcadas desde el extranjero por sus respectivos jefes. Así, las logias rusas del rito sueco estarían subordinadas a Estocolmo, los masones rusos de la Estricta Observancia seguirían las instrucciones del duque Ferdinand de Brunswick como Magnus Superior Ordinis, las logias inglesas obedecerían las órdenes emanadas desde Londres, o la Rosacruz de Oro seguiría las indicaciones de Berlín.

Respecto al zar Pablo I, era masón de la Estricta Observancia Templaria aunque perdió cierto interés por la masonería cuando, tras dar refugio a los caballeros hospitalarios que habían sido expulsados de la isla de Malta por Napoleón, el 16 de diciembre de 1798 se proclamó gran maestre de la antigua y prestigiosa orden de Malta.

Su hijo Alejandro I (1777-1825) fue iniciado en 1803 en tenida presidida por Boeber como gran maestro del Gran Oriente de todas las Rusias. Durante su reinado numerosas logias alzaron columnas y varios miembros de la nobleza siguieron su ejemplo e ingresaron en la masonería. De nuevo la orden estaba de moda. Entre los masones más ilustres de ese momento cabe citar al hermano y heredero del zar, el gran duque Constantino (1779-1831), que ingresó en la masonería posiblemente por deseo de su hermano.

Los historiadores suelen dividir el reinado de Alejandro I en dos épocas bien diferenciadas. Una primera etapa liberal desde 1801 hasta 1815 se caracterizó por el deseo de establecer ciertas reformas inspiradas en el espíritu ilustrado y enciclopedista francés. A este respecto, las logias tuvieron un papel destacado como centros de difusión de las diversas corrientes del pensamiento europeo. Sabemos que en 1810 el Ministerio de Interior pidió a las diversas obediencias copia de las constituciones, reglamentos y rituales masónicos y, tras un detallado estudio, concluyó en 1812, que los masones eran respetuosos con las leyes, leales al zar, e inequívocamente patriotas. Si en 1803 se había reconstruido un Gran Oriente de todas las Rusias, en 1815 se fundó la Gran Logia Astrea para la práctica exclusiva de los tres primeros grados. Por su parte, también se organizó la Gran Logia Provincial San Wladimir para la práctica de los altos grados del rito sueco.

Sin embargo, las guerras napoleónicas, la costosa victoria y el sospechoso ejemplo de cerca de 600 masones rusos, incluyendo más de 60 generales y 150 coroneles que, al parecer, habían confraternizado en una tenida con militares franceses en París, alarmó a las autoridades rusas sobre los peligros del espíritu transnacional de la masonería. Además, la firma en septiembre de 1815 del tratado de la Santa Alianza entre las monarquías absolutistas de Austria, Rusia y Prusia imprimió un giro reaccionario a la política interior rusa. La publicación de ciertos folletos del corte liberal y las actividades políticas de algunas logias en las que abiertamente se defendía la promulgación de una constitución política que amparase los derechos de los ciudadanos, puso en guardia al gobierno. Finalmente, un informe negativo del teniente general y senador Igor Kushelev (paradójicamente pro-gran maestro de la Gran Logia Astrea) sobre las actividades de la masonería dio pie al ukase de 12 de agosto de 1822 por el que el zar la prohibió y ordenaba a los funcionarios públicos masones que se espontanearan ante las autoridades so pena de muerte. En total, fueron 571 los masones que se autodelataron, entre ellos, el propio hermano del zar y heredero al trono el gran duque Constantino, el duque de Württemberg, tío del zar, el conde Ostermann-Tolstoi, general vencedor en la batalla de Borodino, el conde Chuvalov, general que acompañó a Napoleón a Santa Elena

No obstante, por esos años varios miembros de la familia imperial fueron masones. Un hijo del zar Nicolás I fue masón, el gran duque Nicolás Nicolaievich (1831-1891), así como dos hijos de éste; Nicolás Nicolaievich (1856-1929) y Piotr Nicolaevich (1864-1931). Aunque no consta que fuera masón otro de los hijos de Nicolás I, el gran duque Miguel Mikhailovich, sí lo fueron tres de sus hijos: los grandes duques Nicolás Mikhailovich (1859-1919), Alejandro Mikhailovich (1866-1933) y Jorge Mikhailovich (1863-1919). También lo fue el hermano del zar Alejandro II, el gran duque Nicolás Nicolaievich (1831-1891), antiguo masón martinista, entre otros. Por su parte, el gran duque y almirante Alejandro Mikhailovich Románov (1866-1933), esposo de Xenia, hermana del zar Nicolás II, militaba en la masonería de tendencia mística, alquimista, rosacruz y espiritista. También fue masón el gran duque Jorge Mikhailovich, general y numismata, celebraba tenidas en el palacio de Tsárskoye Seló en una sala especialmente acondicionada.

Los bolcheviques pusieron especial empeño en exterminar a la familia imperial para acabar con todo rastro del zarismo. En julio de 1818 el zar Nicolás II y su familia fueron asesinados a tiros en una sórdida habitación y rematados con bayonetas. En enero de 1919 fueron fusilados por los bolcheviques cuatro grandes duques, nietos de Nicolás I; Nicolás Mikhailovich, su hermano Jorge Mikhailovich y sus primos Dimitri Konstantinovich y Pablo Alexandrovich. La era de los zares había concluido.

 

Las logias inglesas del príncipe Elagín (1772) y las logias alemanas del barón Reichel (1776)

Los sistemas masónicos más potentes y extendidos en solar ruso fueron el inglés, el sueco-berlinés de la lata observancia de Zinnendorf, el rito sueco, y los alemanes de la Estricta Observancia Templaria y de la Orden de la Rosacruz de Oro.

En la década de 1730, el capitán John Phillips era la principal autoridad del rito inglés en Rusia. Pocos años después, el sistema inglés tuvo mayor difusión de la mano del príncipe Iván Elagín (1725-1793), asesor privado de Catalina II, senador, director general de música y teatros y miembro de la Academia rusa. Había sido recibido masón en una logia del sistema inglés en 1750 y desempeñó varios oficios que le llevaron a presidir las logias La Beneficencia del Pelícano, Las Musas, y a fundar las logias Modestia en 1775 y Apis en 1789. En 1772 la Gran Logia de Inglaterra le nombró gran maestro provincial de Rusia, cargo que ocupó hasta 1784. Uno de los personajes más relevantes e influyentes de la masonería rusa afiliada al sistema inglés fue el príncipe y senador Mijail Mijailovich Shcherbatov (1733-1790), gentilhombre de cámara, chambelán y asesor personal de Catalina II. Shcherbatov permaneció leal al sistema ritual inglés porque su talante racional le llevó a desconfiar de las aventuras místicas y ocultistas que ofrecían otros ritos. Consideraba que la masonería disponía del método necesario para complementar la formación de las élites sociales y contribuir así al servicio del país.

Como dicho rito solo reconocía tres grados, los masones rusos, al igual que sus hermanos de la Europa continental, curioseaban también en otros ritos que ofrecían grados colaterales o superiores. Mediante la consecución de estos grados, confiaban en que les fueran revelados paulatinamente ciertos recónditos misterios, lo cual les avocaba a una paroxística carrera por acumular grados o probar suerte en otros sistemas rituales. De esta manera, varias logias bajo obediencia inglesa se pasaron al sistema sueco o al sistema alemán. Incluso hubo varios intentos de unir a todos los ritos bajo una misma Obediencia. También fueron numerosos los ejemplos de masones que cambiaron de Obediencia o simultanearon la práctica de varios ritos.

La masonería del rito inglés entró en declive cuando Catalina II decidió apoyarse también en Prusia y Suecia en su juego de alianzas internacionales. Así, en el ámbito masónico, no solo se fomentó la expansión de logias del rito sueco o alemán, sino también las escocesas. Además, en 1780, Rusia se sumó a la liga internacional de países neutrales que prohibía a los ingleses el registro y embargo de todos los navíos comerciales con destino a las colonias norteamericanas que luchaban por su independencia. Tal descrédito de los intereses británicos contribuyó a que en Rusia la masonería filoinglesa pasara a un segundo plano.

Otro sistema masónico de trayectoria más efímera fue el introducido por el barón Georg von Reichel (1729-1791) tras entrar al servicio de Rusia en 1770. Había sido iniciado en la logia inglesa del general Kingsley y luego se vinculó a la masonería templaria, aunque la crisis de identidad que atravesaba el régimen rectificado de la Estricta Observancia Templaria le inclinó a seguir la reforma defendida por Zinnendorf (por eso mismo denominada Lata Observancia) que acentuaba las tendencias místicas y pietistas.

 

Auge y ocaso de los masones templarios

También se propagó por Rusia la masonería rectificada de la Estricta Observancia Templaria. El principal fautor fue el barón Johann-August von Starck (1741-1816), doctor en teología, predicador, profesor de filosofía en Königsberg, y luego de lenguas orientales en la escuela san Pedro en San Petersburgo, quien organizó por los años 1760, junto con Williams, un capítulo de la Estricta Observancia [Capitulum Petropolitanum] en aquella ciudad, que renombró el 23 de junio de 1768 llamándolo Fénix, adscrito a la VII provincia templaria (centroeuropa). En 1779 dicho capítulo se unió a la Gran Logia Provincial del sistema sueco liderado por el príncipe Kurakin el cual, pese a las diversas prohibiciones gubernamentales, continuó existiendo secretamente hasta ser restablecido en 1810. Uno de los principales propagadores del sistema en Rusia fue el conde Alexei Semenovich Musin-Puskin (1732-1817), senador, ministro plenipotenciario en Londres, Estocolmo y después en Alemania, tras ser iniciado en una logia rectificada de Hamburgo en 1765-1767. Sin embargo, la sujeción jerárquica a Alemania resultaba sospechosa para la nobleza rusa, además de una irritante fuente de equívocos sobre la lealtad de tales masones hacia la zarina.

Respecto al rito y sistema sueco, sabemos que fue propagado en Rusia por el príncipe Alexander Borisovich Kurakin (1752-1818), uno de los más hábiles y reconocidos diplomáticos rusos que había probado su valía durante sus embajadas en París, Viena y Estocolmo. Fue gentilhombre de cámara, procurador general, senador, ministro del Interior, del consejo de Estado y caballero de la rama rusosedicente de Malta. Se vinculó al rito sueco durante su estancia en Estocolmo en 1776 con ocasión de anunciar al rey de Suecia el segundo matrimonio del cesarévich Pablo. Tras recibir los altos grados del sistema, regresó a San Petersburgo revestido de la autoridad de gran maestro provincial con los poderes necesarios para organizar logias según el sistema sueco. Sin embargo, al poco, tras reclutar un núcleo suficiente de masones, en su mayor parte desertores del grupo filoinglés de Elagín y también masones de la Estricta Observancia Templaria, cedió el magno oficio a favor del príncipe Gagarin, a quien previamente había conferido todos los grados del rito. Así, en el solsticio de junio de 1776 se fundó la Gran Logia Nacional del rito sueco bajo la gran maestría del príncipe Gavriil Petrovich Gagarin (1745-1808), futuro ministro de comercio, consejero personal del zar Alejandro I y senador.

Las semejanzas del rito sueco con el rito de la Estricta Observancia Templaria había facilitado una notable aproximación de ambas obediencias hasta el punto de que, tras el convento de Wilhelmsbad, las logias templarias rusas rompieron su vinculación con el duque de Brunswick y aceptaron el liderazgo del príncipe Carlos de Suecia (futuro rey Carlos XIII) bajo una gran logia provincial de las logias suecas de la Estricta Observancia. Dicha organización mantuvo un marcado carácter elitista, dado que solo admitía a miembros de la nobleza previa presentación de su árbol genealógico. Fue precisamente la abultada participación de nobles rusos en este rito lo que originó su crisis. En efecto, el rito sueco tuvo su auge tras la crisis política entre Inglaterra y Rusia al apoyar ésta la independencia de las colonias norteamericanas. Si entonces el rito y logias del rito inglés padecieron un cierto descrédito que propició que sus miembros se pasaran mayoritariamente al sistema sueco, poco después, la guerra ruso-sueca de 1788 convirtió la masonería sueca en sospechosa de traición y espionaje, lo que llevó a la clausura de buena parte de sus logias. No obstante, los hechos prueban que, contra lo que pudiera parecer, ni las logias ni los diferentes sistemas rituales sirvieron como instrumentos eficaces de la política exterior de las potencias extranjeras. Por ejemplo, si hubiera sido cierto que el príncipe Carlos de Sudermania, como gran maestro de la Gran Logia Nacional de Suecia, intentó influir en la nobleza rusa afiliada a su sistema, la verdad es que la documentación de la época solo refleja el desconcierto y, sobre todo, la decepción de las logias rusas por la falta de comunicación con sus superiores en Estocolmo.

 

La poderosa Gran Logia Astrea (1815)

Uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la masonería rusa fue la fundación en 1815 de la Gran Logia Astrea por oficiales del ejército ruso que, en su mayor parte, habían visitado y confraternizado años atrás con otros masones europeos en las logias de Francia. Tuvo su sede central en San Petersburgo y alcanzó una considerable expansión debido a la tendencia liberal plasmada en sus estatutos. Así, por ejemplo, aunque solo practicaba los tres primeros grados, aceptaba y reconocía la práctica de todos los ritos y sistemas masónicos conocidos. Además, establecía la igualdad de representación de cada logia y la libre elección de cargos en todos los niveles de la Gran Logia. Con este talante integrador fue, con mucho, la organización masónica más numerosa de Rusia hasta su disolución consecuencia de la persecución de los decembristas en 1826.

Entre sus grandes maestros encontramos al príncipe Alexei Alexandrovich Lobanov-Rostovski (1817), al conde Stanislav Stanislavovich Potocki (1818), ministro de Instrucción Pública y presidente del Senado, al conde Vasili Valentinovich Musin-Puskin-Bruce, embajador en Nápoles, chambelán, o al conde Adam Rgevussky (1820).

 

Prohibición de la masonería por el comunismo

Como en otros países, frente a las logias de tendencia más filosófica partidarias de no inmiscuirse en asuntos políticos, hubo otras de perfil más activo que abrazaron francamente la senda política. Lo mismo hicieron algunos masones que se pasaron inequívocamente al terreno revolucionario. También sabemos que seis grandes duques estaban conformes en destronar a Nicolás II y entronizar a su hermano el gran duque Miguel con el fin de propiciar una apertura del régimen autocrático. Ciertamente, tales personas no llevaron a cabo sus iniciativas en calidad de masones, pero, en todo caso, resulta significativa la influencia de la masonería tras la revolución de 1905. Aunque buena parte de los masones eran de ideología conservadora y contrarios a la revolución, lo cierto es que algunas logias se comprometieron activamente con el programa de reformas políticas, sociales y económicas que defendían la modernización de Rusia. A partir de la revolución de 1905 comenzaron a levantarse logias que sirvieron de nexo con los liberales europeos o con los rusos del exilio, lo que explica que buena parte de la clase política dirigente las frecuentara. El conde P. Heyden (1840-1907), mariscal de la nobleza del distrito de Opotchensk, fundador del partido de los octubristas y ministro era masón. También el príncipe L. A. Obolensky, autor de unas memorias tituladas El primer dia de la revolución visto por un testigo, o el barón V. Meller Zakomelsky, director del Zemgor en Petrogrado, miembro del consejo de Estado y lider del sector progresista de la Duma imperial. En 1909 fue iniciado el conde Alexei Orlov-Davidov, miembro de la IV Duma, que acogía una logia en su palacio. Un activista e ideólogo ruso exiliado con cierto predicamento entre los revolucionarios fue el príncipe masón y anarquista Piotr Alexeivich Kropotkin (1842-1921). Detenido en 1874, exiliado en Francia e Inglaterra, era uno de tantos partidarios de utilizar la masonería como plataforma revolucionaria. La misma instrumentalización de la masonería propuso el también anarquista Mijaíl Bakunin (1815-1876), masón de altos grados, hasta que decidió abandonarla por su carácter excesivamente burgués.

La influencia política de la masonería rusa alcanza su apogeo en 1917 tal y como lo prueba el hecho de que 10 de los 11 ministros del primer gobierno provisional de marzo-abril fueran masones. Pero la mayoría de ellos eran políticos moderados que solo querían la liberalización o democratización pacífica del zarismo y que no comulgaban con la revolución del proletariado y la lucha armada defendida por los bolcheviques.

Mientras tanto, el comunismo iniciaba su guerra particular contra la masonería por considerarla una herramienta de la burguesía. En el IV Congreso de la Internacional Comunista (Moscú, 1922) se acordó la expulsión de los masones a los que ahora se tachaba de enemigos infiltrados y seres ignominiosos. Incluso, los que decidieran abjurar de su condición masónica habían de lavar su culpa realizando trabajos comunitarios durante al menos dos años para recuperar la confianza de sus camaradas. Con un simplismo fríamente calculado, Trotski justificaba la medida al afirmar que la masonería y la Liga de los Derechos Humanos eran armas de la burguesía contra los intereses del proletariado: “La Liga de los Derechos Humanos y la francmasonería son máquinas burguesas que embaucan la conciencia de los representantes del proletariado francés. Declaramos a esos métodos una guerra sin cuartel, por constituir un arma secreta e insidiosa del arsenal burgués”.

Finalmente, la masonería fue totalmente prohibida en la URSS en 1928.

 

Extractado de: Javier Alvarado Planas, Monarcas masones y otros príncipes de la Acacia, Madrid, 2017, tomo II, pp. 259-332.