La masonería como arca de los símbolos

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Sala I: ¿Que es la masonería?

La masonería como arca de los símbolos

Tanto los rituales antiguos como los modernos, acusan la influencia de elementos de diversa procedencia. De manera sintética podemos citar algunos ejemplos:

a) La Biblia

El predominio de la influencia judeo-cristiana en los rituales ha determinado que, por ejemplo, la mayoría de las palabras sagradas y palabras de paso de cada uno de los grados masónicos procedan del Antiguo Testamento. Igualmente, los temas y escenas que inspiran muchos de tales grados proceden de la Biblia; por ejemplo, el itinerario de los tres primeros grados reproduce el recorrido a través de las tres estancias del templo de Salomón. El cuarto grado o rito de Arco Real desarrolla varios temas del Antiguo Testamento y de la literatura judía; la custodia y pérdida del Arca de la Alianza, el hallazgo de la Palabra perdida o sagrado nombre de Dios (Schem-ha-Mephorasch) en una cámara subterránea bajo el Templo de Jerusalén, la 12 tribus de Israel… Grados masónicos como el ritual del caballero de occidente se basa en los capítulos VII y VIII del Apocalipsis, relativos al personaje vestido de blanco que mostraba siete estrellas en la mano derecha y el libro de los siete sellos, etc.

b) La Cábala

Fue una de las corrientes esotéricas que más influyó en el simbolismo y rituales masónicos. La búsqueda de la Palabra Perdida (es decir, el sagrado nombre de Dios) como tema vertebral de la masonería es de origen judío, al igual que el uso ritual de las palabras sagradas en cuanto sustitutivas del nombre de Dios, el cual, como no se sabe o no se puede pronunciar, solo puede deletrearse. Ello quedaba reflejado en diversos grados masónicos cuyo tema central era el descubrimiento, en una cámara subterránea bajo el templo de Salomón, del Tetragrammatón o nombre de Dios YHVH, en cuatro letras; YOD, HE, VAV, HE. También por influencia de los cabalistas, la masonería cifró buena parte de sus objetivos espirituales en alcanzar la visio Dei. Sabemos que “para provocar esta visión, los cabalistas disponían de técnicas muy elaboradas y protocolos muy precisos” que incluían purificaciones, mortificaciones, ayunos prolongados, largas meditaciones, ejercicios de concentración, etc. Conviene advertir que destacados masones de finales del XVII y comienzos del XVIII fueron abiertos practicantes de la Cábala cristiana. Entre ellos, sir Robert Moray, masón de la Mary’s Chapel Lodge de Edimburgo al menos desde 1641. Uno de los más influyentes fue el judío de origen español Joachim Martínez de Pasqually (1727-1779), impulsor del sistema masónico denominado Elus Cohen o Sacerdotes Elegidos del Universo. Su doctrina, reflejada en el Tratado de la Reintegración de los Seres, se fundamentaba en la posibilidad de retornar al estado edénico mediante ciertas prácticas de ascetismo y teúrgia.

c) El hermetismo y la alquimia

Se ha supuesto que fueron hermetistas y alquimistas quienes, antes de desaparecer como movimiento, se integraron en la masonería y volcaron en ella buena parte de su legado de manera que los tres grados de la masonería azul (aprendiz, compañero, maestro) se correspondieran con la tres fases sucesivas de la Gran Obra (obra al negro, al blanco y al rojo); el trabajo del aprendiz masón de desbaste y pulido de la piedra bruta hasta convertirla en piedra cúbica o en punta se relacionaba con la operación de disolución y coagulación (solve et coagula) que debía culminar con la obtención de la piedra filosofal; el gabinete o cámara de reflexión en el que medita el recipiendario momentos antes de afrontar sus pruebas iniciáticas, era el Atanor o Huevo filosofal, habitáculo en cuya mesa se depositan la sal, las cenizas y el azufre como representación de ciertos estados del hombre. Igualmente, la inscripción mural «V.I.T.R.I.O.L.V.M» (Visita interiora terrae. Rectificando, invenies Occultam Lapidem Veram Medicina; la piedra rechazada por los constructores es la piedra angular, Salmos 118, 22) era integrada en el ritual para describir el proceso de transformación o viaje interior hacia la piedra filosofal oculta. La experiencia de la cámara de reflexión se asimila a la prueba del elemento tierra, al que seguían los ritos de purificación por el Aire, el Agua y el Fuego de los elementos herméticos. También tenían un sentido alquimista el rito masónico del despojamiento de los metales (adherencias psicomentales que impedían el progreso espiritual), etc.

Entre los ritos masónicos inspirados en el hermetismo cabe citar el creado por el benedictino de san Mauro, Antoine-Joseph Pernéty (1716-1796), más conocido como Dom Pernéty. También el Barón de Tschoudy, un veterano masón, estaba persuadido de que la alquimia era la base espiritual y filosófica de la verdadera masonería. El resultado de estas elucubraciones fue el llamado rito de Tschudy, o rito de la Estrella Flamígera, difundido en su obra L’Étoile Flamboyante (1766) en la que defendía que la masonería era una de las ramificaciones de la tradición hermética. Igualmente pudo ser de origen alquimista el mito del asesinato del maestro Hiram Abí a manos de los tres malos compañeros (de esto se tratará más adelante).

 d) El movimiento Rosacruz

En los rituales masónicos tuvo notable importancia el movimiento rosacruz. Incluso, algunos altos grados de ritos como el francés o el escocés antiguo y aceptado, se denominan príncipe rosacruz. A principios del siglo XVII se había extendido la leyenda de la Rosa+Cruz a través de obras tales como la Fama Fraternitatis Rosae Crucis y la Confessio Fraternitatis que desveleban la supuesta existencia de una misteriosa fraternidad fundada en el siglo XIV por un cierto sacerdote llamado Christian Rosenkreuz (es decir, el cristiano rosacruz) después de haber viajado por varios países de Oriente. Como originariamente estos rosacruces históricos formaban parte de la liga protestante contra la Iglesia Católica y los Habsburgo, tras la definitiva derrota y destronamiento de Federico V y la toma de Praga en 1620 (batalla de la Montaña Blanca) a manos de los ejércitos católicos imperiales, el movimiento rosacruz perdió su sentido y fue abandonado. Sin embargo, la leyenda de unos sabios misteriosos organizados en una fraternidad secreta que velaba por el progreso de la humanidad, siguió alimentando la imaginación de filósofos y científicos tales como Leibnitz, Newton, o Descartes.  

e) La caballería y la Orden del Temple

La nobleza tuvo un papel decisivo en éstas y otras innovaciones rituales de la masonería continental. Interesada en convertir las cofradías de constructores en una orden caballeresca que infundiera a la masonería un aire de mayor prosapia y distinción, fue paulatinamente sustituyendo la mística del buril por la de la espada. Esta influencia nobiliaria articuló, a guisa de jerarquía caballeresca, otros grados exclusivos para maestros bajo denominaciones grandilocuentes como las de príncipes, caballeros, sublimes comendadores, etc. Por su parte, diferentes ritos masónicos reivindicaron su supuesto papel como herederos de los perseguidos templarios que habrían sobrevivido hasta el siglo XVIII al amparo de las logias masónicas de Escocia o de otros lugares. De esta manera, a mediados del XVIII los rituales masónicos fueron incorporando determinados usos propios de la caballería.

Fue probablemente el caballero Ramsay quien redactó el primer grado masónico caballeresco y estableció el esquema básico de presentación de todo alto grado, a saber; 1º leyenda fabulosa del grado, 2º ritual de acceso, y 3º enseñanza moral del grado. En última instancia, la idea de introducir un elemento legendario en cada grado, fue copiada por Ramsay de la leyenda de la fundación de la Orden del Hospital de Jerusalén, también conocida como Orden de Malta. Entre tales leyendas, que aparecen en las primeras páginas de la Regla y Estatutos de la Orden del Hospital redactadas entre 1292 y 1303, se encuentra la mención del invicto general Judas Macabeo y de sus soldados como ilustres antepasados de los caballeros del Hospital de Jerusalén. Tal leyenda fue copiada por la Orden de San Lázaro al independizarse de la Orden del Hospital. Ahora bien, Ramsay decidió ir más atrás en el tiempo, y afirmó que tales caballeros judíos habían sido ordenados y formados por el emperador Ciro II el Grande (575 – 530 a. C.), fundador del Imperio persa. Con ello Ramsay, caballero de San Lázaro, pretendía sugerir que, como los Macabeos debían su ordenación militar a Ciro, la masonería representada en su nuevo grado masónico, era la genuina antecesora de la Orden del Hospital y de la Orden San Lázaro. Estos “caballeros de Oriente” judíos investidos por Ciro transmitieron los secretos del Arte Real a algunos caballeros cruzados que, a principios del siglo XII, se habían desplazado a Tierra Santa para proteger los santos lugares y volver a levantar el templo de Jerusalén.

Igualmente, a mediados del XVIII también se puso de moda la costumbre de añadir extensas reflexiones morales en los cuadernos rituales de los nuevos grados. Incluso, tal práctica se extendió a los tradicionales tres primeros grados de aprendiz, compañero y maestro. Pues bien, esta costumbre fue copiada de los ceremoniales de ingreso en la caballería, lo que hace suponer que fue llevada a cabo por masones que eran, a la vez, miembros de algunas órdenes militares. Y precisamente, de entre estos ceremoniales de armar caballero, el que tuvo más influencia en estos grados masónicos fue el de ingreso en la Orden de Malta. Dicho ceremonial es el único que contiene la singularísima escena del primer trabajo o primera obediencia. Al menos desde el siglo XIII, en plena ceremonia, cuando el candidato acababa de ser armado caballero, el superior que oficiaba la ceremonia le mandaba un primer trabajo u obediencia consistente en llevar y traer el misal: “Por primera obediencia llevad este Misal al Altar y luego traédmelo a mí de nuevo”. Pues bien, en el siglo XVIII esta escena inspiró aquella parte de la ceremonia de iniciación al grado de aprendiz masón en que, una vez transmitidos los signos, palabras y toques, el maestro de ceremonias conducía al neófito ante la mesa del segundo vigilante para que efectuara su primer trabajo consistente en dar tres golpes de mallete sobre la piedra bruta, terminado lo cual, los dos vigilantes proclamaban que “el nuevo hermano había comenzado a desbastar la Piedra bruta” y el venerable invitaba a los miembros de la logia a reconocerle como aprendiz masón.

f) La mitología egipcia

En la Europa del siglo XVIII hizo furor la moda de lo egipcio, corriente que sedujo a escritores, historiadores, arqueólogos, filólogos, artistas y decoradores. Esta moda no era nada sospechosa dado que venía avalada por los documentados estudios de sacerdotes como el jesuita Athanasius Kircher.

El interés por el Egipto de los faraones quedó reflejado en óperas como La naissance d’Osiris, compuesta por Rameau en 1754. Entre los trabajos más difundidos y que ejercieron una mayor influencia en la masonería de este período se encuentra la novela histórica del abate Jean Terrasson, Sethos ou Vie tirée des monuments et anecdotes de L’ ancienne Egypte, publicada en 1731. Esta corriente, cobró un nuevo impulso a raíz de las campañas napoleónicas en Egipto (1798-1799). Algunos escritores masones no dudaron entonces en defender la tesis del origen egipcio de la masonería. Como resultado de esta moda, en 1806 el arqueólogo Alexandre Dumège creó en Toulouse un rito masónico egipcio a partir de la logia madre de La Soberana Pirámide de los Amigos del Desierto. De entre los sistemas masónicos de corte egipcio, los que tuvieron más éxito fueron el rito de Misraim y el de Menfis, que luego se unieron.

 g) Influencias musulmanas

En un texto inglés titulado El secreto desvelado ó los signos y las palabras descubiertas de los franc-masones (1726) aparecía publicado el siguiente diálogo ritual:

“- ¿Cómo es llamado Dios?

- Laylah Illallah que significa que no hay más Dios que Dios.

¿Quién es el primer masón?

- Laylayh Illaillah

- ¿Quién inventó el secreto del mundo?

- Checchehabeddin Jatmanty”.

El que en un texto masónico aparezca la shahāda o profesión de fe islámica (La ilaha illallah; no hay más Dios que Dios) implicaba un reconocimiento explícito del Islam, del esoterismo islámico y, por tanto, de la hermandad de las logias masónicas con las turuq o cofradías iniciáticas musulmanas. Se ha apuntado que tales influencias fueron tal vez consecuencia de los contactos comerciales, políticos y diplomáticos entre Turquía y Europa, especialmente con Francia e Inglaterra; al interés por el Egipto faraónico se añadió la moda arabista que propició la traducción del Corán o Las Mil y una noches y otros textos. Recordemos el éxito editorial de Letras Persas de Montesquieu publicado anónimamente en 1721. Sin embargo, la aparición de la shahāda pudo deberse a otra explicación más inmediata; se trataba de mostrar el gran secreto de la reconciliación que hermanaba a las gentes del libro y que, recogido en el Landmark IV de las Constituciones de Anderson de 1723, preceptuaba que los “masones sólo pertenecemos a la religión universal en la que todos los hombres están de acuerdo”.

h) La literatura grecorromana

Los rituales masónicos tomaron algunos elementos de las obras de mitología y literatura clasica grecorromana, por ejemplo, la Metamorfosis de Apuleyo, las obras de Plutarco, etc. y demás autores que, incluso eran expresamente citados en los rituales. En la obra De Anima de Porfirio se inspiraron los masones para desarrollar el tema del ascenso del recipiendario por las siete esferas planetarias descrita en el grado 28 del rito escocés antiguo y aceptado.

 Extractado de:

Javier Alvarado Planas, Apercepciones sobre la iniciación masónica, Madrid, 2019, pp. 36-53.