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“La Inquisición española apenas creyó en la brujería”

La profesora Beatriz Badorrey Martín dirige en UNED Asturias un curso de verano en el que se analizan las diferencias de género en el tratamiento de los delitos de herejía
09/07/2025
Beatriz Badorrey Martín

Beatriz Badorrey Martín dirige el curso de verano “Una historia de la Intolerancia: mujer e Inquisición II”, que se desarrolla del 9 al 11 de julio en UNED Asturias. Doctora en Derecho y en Historia, y profesora de Historia del Derecho y de las Instituciones en la UNED ―está a punto de defender su cátedra―, Badorrey Martín ha compaginado su labor docente e investigadora con la gestión universitaria, desempeñando, entre otras responsabilidades, la de vicerrectora y la de secretaria general de la UNED. Apasionada de la Universidad, la investigadora trata de cautivar al alumnado como en su día se sintió cautivada ella misma por las clases del profesor José Antonio Escudero, quien despertó por primera vez su vocación. El curso estival que la ha traído a Asturias se imparte en el marco de un proyecto de investigación concedido por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Conocimiento ―liderado por la propia Beatriz Badorrey y por el coordinador del curso, Carlos Pérez Fernández-Turégano― que analiza documentación inédita de los procesos inquisitoriales contra las mujeres.

¿Qué aportaciones del proyecto podría destacar?

Que la mujer fue sometida al proceso Inquisitorial igual que los varones, y que se observan algunas peculiaridades en el caso de las mujeres. Por ejemplo, al aplicar las sentencias, que no son siempre iguales para las mujeres que para los varones, o en cuanto a los testimonios, que no valía lo mismo. Y, sobre todo, que había algunos delitos típicamente femeninos, o en los que la presencia de la mujer fue muy destacada.

¿Cuáles serían estos delitos más frecuentes entre las mujeres?

Algunos relacionados con el misticismo como las falsas beatas: mujeres que fingían vivir una vida plena de espiritualidad y que arrastraron a masas de personas que creyeron en ellas. Eran unas embaucadoras, y la Inquisición las juzgó. También todos los delitos relacionados con brujería, hechicería, curanderismo, que son delitos típicamente femeninos, y sus procesos concretos están sin estudiar. En cambio, los delitos sexuales como la fornicación o los de proposiciones y lectura de libros prohibidos son más masculinos.

Su ponencia se centra precisamente en las falsas beatas. ¿Cómo actuaban exactamente?

Los de las falsas beatas fueron casos muy concretos, porque en la mística a veces era muy complicado trazar la línea que separaba lo ortodoxo de lo heterodoxo. Hasta Santa Teresa fue denunciada a la Inquisición, si bien se concluyó que en su caso no había herejía. En cambio, una de las mujeres encausadas aseguraba que Dios se había encarnado en su cuerpo. Otra mujer, que era flagelante, decía que hablaba con los ángeles, y otra llegó a engañar hasta al papa Pío VII.

¿Qué podemos concluir del papel que jugó la Inquisición en este tipo de casos?

El profesor Escudero explica que la Inquisición, con sus aciertos y sus errores, tuvo que entrar en este marasmo de mujeres que en algunos casos eran personas trastornadas, y establecer lo que era ortodoxo y no ortodoxo, que no fue fácil. Pero los inquisidores son personas muy bien formadas jurídicamente, por lo que no era fácil engañarlos, ni en estos delitos ni en los de brujería. Por eso la Inquisición española apenas creyó en la brujería, y estableció que entre las brujas muchas veces no había un pacto explícito con el demonio, sino que eran mujeres muy desequilibradas, guiadas muchas veces por el dinero o por la lujuria. Así que la Inquisición puso un cierto orden, pero siempre con la idea de que el hereje volviera a la ortodoxia.

¿Cómo se concreta este objetivo?

La Inquisición solo juzga a personas bautizadas que están deformando el dogma, y su obsesión es que vuelvan a la verdadera fe. Y por eso busca que se arrepientan y confiesen sus pecados. Si lo hacen, las penas son muy leves. Si no lo hacen, las condenan y las ejecutan en la hoguera. El proceso inquisitorial parece más al sacramento de la penitencia que al proceso penal ordinario, por esa búsqueda del arrepentimiento, y la Inquisición, cuando lo consigue, se alegra.

En los últimos años ha vuelto a abrirse el debate sobre la leyenda negra, y de nuevo la Inquisición ha sido protagonista. ¿Qué elementos considera interesante revisar o matizar?

El proyecto también servirá para aclarar algunas de estas cuestiones. Por ejemplo, el papel de la Inquisición ante el fenómeno de la brujería o de la hechicería. Mientras que en Europa, en países como Francia o Alemania, fueron quemadas miles brujas, muchas sin un juicio previo, aquí en España a todas se las sometió a un proceso. Y, como los inquisidores eran expertos en derecho canónico o en teología, en seguida se dieron cuenta de que allí no había delito, de que allí no había ningún pacto explícito con el demonio ―como mencioné antes―, que es la base de la brujería. En ese aspecto pusieron las cosas un poco en su sitio. Ahora bien, la Inquisición en sí misma, como un tribunal que juzga los sentimientos religiosos, vista con los ojos de hoy no tiene sentido y es reprobable y reprochable todo lo que hizo, pero hay que situarla en su contexto. Es importante destacar que nunca actuó contra judíos o musulmanes, sino contra falsos judíos conversos o falsos musulmanes conversos, o contra los católicos bautizados que abrazaban el luteranismo.

Por ejemplo, volviendo a las falsas beatas, ¿en qué consistió el caso que mencionaba de la mujer que llegó a engañar al papa?

El proceso comenzó en 1803. Su protagonista, sor María Clara de Jesús fue una religiosa madrileña que consiguió engañar a todo el mundo. Pío VII le concedió ser monja clarisa con dispensa de ir al convento, por intercesión del obispo de Madrid, y el privilegio de tener altar en su casa, de decir misa, de exponer al Santísimo, privilegios que consiguió a base de engaños. En este proceso, fueron importantes dos criadas que tenía en casa y que la denunciaron, porque ella decía que no caminaba y ellas la veían caminar... Grandes señoras de la Corte y hasta algún ministro del Gobierno fue a pedirle consejo. Lo habitual es que las falsa beatas se beneficiaran de su popularidad cobrando a través de donaciones, engañando. Tenían notoriedad y poder. En esta causa resultó fundamental la intervención de los médicos del Santo Oficio, que certificaron que la beata estaba sana. Ella y su madre reconocieron los engaños y se arrepintieron, por eso las penas fueron leves.

¿Algún otro caso de particular interés?

El de la falsa beata Isabel Herráiz, de Cuenca... Una mujer casada que defendía la transubstanciación de su cuerpo, que su cuerpo era el cuerpo de Dios. Logró convencer de esta idea a la gente de su pueblo y a todo un convento de Franciscanos. Tenía un poder de seducción muy llamativo. Las falsas beatas aprendían a interpretar las Escrituras con una sagacidad tremenda, y tenían una extraordinaria capacidad para transmitir su fe al pueblo. Denunciada por algunos de sus seguidores, se arrepintió cuando la estaban juzgando, pero al final muere durante el proceso. Y todo esto a finales del XVIII y principios del XIX, en plena época de la razón muchos creen en estos milagros tan extraños.

¿Por qué la Inquisición llegó a ser una institución propiamente española?

Hubo inquisiciones medievales europeas, pero esas inquisiciones desaparecen en la Edad Media. Se habían creado contra los herejes medievales, porque la herejía la persigue el obispo, pero los herejes se pasaban a otra diócesis, y entonces obispos del sur de Francia pidieron al Papa ese órgano, que en España actuó muy poco en la Edad Media. En la Edad Moderna surgió la Inquisición española por solicitud de los Reyes Católicos para hacer frente al problema de los falsos conversos judíos y musulmanes... En otros países, la herejía la persiguieron los obispos en sus diócesis, pero sin estos tribunales con abogado defensor, fiscales... Tribunales que funcionan con mucho rigor, más del que parece.

¿Y hasta qué punto la Inquisición española utilizó la tortura?

Normalmente había una denuncia, los testigos iban a testificar, los contestes tienen que confirmarlo... Y al terminar la fase sumaria, se pasa a la probatoria. Y se pasa al proceso, que va a pasar varias etapas: con el reo solo, con su abogado... En las primeras audiencias se le pregunta si sabe por qué está allí... Luego le van diciendo las acusaciones concretas, de qué se le ha acusado, y el reo va respondiendo a todo, y cuando se ve que incurre en contradicciones, en mentiras, le aplican la tortura. Muchos no aguantan esto y confiesan, pero tienen que ratificar su confesión sin tortura. El proceso de la Inquisición se parece más al proceso penitencial que al penal.

¿Qué huella dejó la Inquisición en nuestro país?

Quizá una huella social, en cuanto a la desconfianza, porque la Inquisición ordenaba a todos los bautizados que denunciaran a cualquier presunto hereje, bajo pena de excomunión (si bien luego se comprobaba que no era una denuncia falsa). Hubo denuncias entre familiares, entre vecinos, y esto en algunos casos creó desconfianza hacia los demás. Por otro lado, en España se compraban muchas bulas para comer carne en Semana Santa, y se hacía para demostrar que uno no era judío. Y el pan en España tiene tanta levadura por la misma razón: para demostrar que quienes lo comían no eran criptojudaizantes. Hasta un detalle así puede estar influido por la historia.

Las investigaciones del proyecto se sustentan en el trabajo en los archivos.

Sin duda. Nuestra fuente es histórico-jurídica y trabajamos sobre todo rescatando documentos de archivo que no han salido a la luz. En el Archivo Histórico Nacional, el Archivo de la Inquisición de Canarias, en el Archivo Histórico Provincial de Cuenca, en el Archivo General de Simancas, o en el Archivo General de la Nación de México.