Hembra joven (y guapa) busca macho poderoso para emparejarse. El reclamo muy bien hubiera podido aparecer en un hipotético rocoperiódíco (¿recuedan a Los Picapiedra?) publicado durante el Neolítico porque, poco más o menos, viene funcionando desde entonces. Pero es que entonces no había periódicos. Hoy si los hay y también revistas, incluidas las del corazón, y es ahí donde mayormente vemos a muchas y lustrosas parejas en las que el reclamo cuajó, se hizo carne y habita entre nosotros. Mañana
mismo tienen ustedes desposándose a uno de los más acabados ejemplos de
este modelo: Desde luego, salvo por lo abultado de sus cuentas bancarias, a nadie se le ocurrirá pensar que estas son parejas singulares. Como decíamos, el modelo hembra joven busca macho poderoso se repite desde hace miles años, en todas las culturas, y obedece a una ley labrada a fuego en los genes de todos los seres vivos: perpetuarse como especie a través de la reproducción y hacerlo de la manera más eficaz posible. Desde este punto de vista no nos diferenciamos demasiado de nuestros primos los chimpancés. Que nadie se ofenda. «En el árbol de las especies, nos encuadramos en el orden de los primates», justifica Carlos Gil Burmann, profesor de Etología y Primatología en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. ADAPTACIONES Desde
el año 87 trabaja este profesor con estos animales, analizando sus
adaptaciones y comportamientos y alguna vez que otra haciendo estudios
paralelos en los que los compara con los de la especie humana. Pero Carlos
Gil Burmann tiene mucho que decir en esta historia y no sólo por su
relación con los primates. En efecto, ha publicado recientemente (Psícothema),
junto
a Fernando Peláez y Susana Sánchez, una investigación sobre las pautas
de emparejamiento en España y su encaje en las predicciones evolutivas (¿recuerdan
a Charles Darwin, verdad?) cuyas conclusiones son en pocas palabras las
mismas que la tesis de este artículo. Tras recoger al azar 7.415 anuncios publicados en la sección «relaciones estables/matrimonio» de varias revistas españolas, Burmann y sus compañeros |
HEMBRA
JOVEN/ MACHO PODEROSO MAÑANA Fernández Tapias se casa con una mujer 31 años menor. ¿Es un comportamiento extraño una boda así? Esta investigación científica prueba que desde que el hombre era un mono, el «amor» no ha cambiado |
medio muerto y renqueante todavía
puede reproducirse, pero la hembra necesita estar sana y alimentada para
hacerlo», ilustra Gil Burmann. Así es que: ¿cómo no iban a buscar las
hembras de todos los mamíferos y en todos los tiempos machos fuertes
que defendiesen su territorio frente a otros, les diesen estabilidad y
les garantizasen los alimentos? Ya sólo queda un eslabón más en la cadena de explicaciones: ¿y cómo iba a conseguir una hembra que un macho fuerte se quedase a su lado si no es proporcionándole a cambio una accesibilidad sexual y una calidad genética para llevar la reproducción a cabo?
OBJETIVO:ACUMULAR Con el tiempo, en nuestra especie, el objetivo de acumular alimentos devino
en otro tipo de bienes y riquezas, y la exhibición de músculo o fortaleza
física de los machos se transformó en exhibición de poderío socioeconómico
que, generalmente, crece con la edad: aquí radica el éxito de los
hombres maduros. Lo que no ha cambiado demasiado es la forma que tienen
las mujeres de demostrar su calidad reproductora: exhibiendo juventud
y un aspecto sano, que es lo mismo que decir bello. ¿Y
dónde queda el amor en todo esto? «El amor romático como Pero
el enamoramiento es otra cosa. Es un estado fisiológico que desencadenan
determinados neurotransmisores. ¿Significa eso que no se disparan esas sustancias
cuando elegimos pareja por motivos tan interesados como los que hemos
expuesto? Ni mucho menos. Lo explica Carlos Yela, profesor del
Departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense de
Madrid y autor de El amor desde la psicología
social. Ni tan libres ni tan
racionales: «La atracción que sentimos ante la presencia del
atractivo físico se dispara por dos grandes tipos de estímulos. Unos
son incondicionados, es decir, son los que tenemos de manera natural y
están asociados a la presencia de determinados rasgos, como los físicos.
Otros son condicionados, o sea, aquellos que nosotros hemos asociado a los
primeros a través del aprendizaje o la cultura y que pueden vincularse,
por ejemplo, a manifestaciones como los recursos económicos o la
elegancia». ¿Pero
en qué medida nos debemos a nuestra biología y en qué otra al
aprendizaje y la cultura? Quizá la pregunta nunca llegue a estar
resuelta. FLORA SAEZ El
Mundo/ Crónica/ Psicobiología/El Reino Animal. 13-X-2002 |
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LOS MEJORES EJEMPLOS. De izquierda a derecha, el naviero Fernando Fernández-Tapias y la modelo Nuria González, que se casan mañana; el banquero Alberto Cortina y la campeona de España de tiro al plato Elena Cué; el cantante Julio Iglesias y su esposa Miranda; y el tenor José Carreras y Patricia Way. A todos ellos les separan más de 20 años. LAS HEMBRAS DE LOS MAMIFEROS BUSCAN QUE LES ASEGUREN LOS ALIMENTOS |
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buscaron cuáles eran los rasgos más solicitados por hombres y mujeres y
lospusieron en relación con los que ellos mismos decían tener.
Resultado: mientras las mujeres buscan varones mayores con estatus y
recursos y ofrecen atractivo físico, los varones buscan mujeres más jóvenes
y atractivas y ofrecen a cambio estatus socioeconómico. Y un par de
conclusiones más: David M. Buss realizó en 1989 el más vasto estudio que se |
conoce (analizó 37
culturas) sobre conductas
de emparejamiento y llegó a las mismas conclusiones. ¿Pero por qué
sucede así? Científicos como el propio Buss (La
evolución del deseo, Alianza Editorial) y Carlos Gil Burmann tratan de
explicarlo echando mano de la Biología y de las teorías evolucionistas. Todo parece remontarse a algo que se llama anisogamia y que no es otra cosa que la enorme diferencia que existe entre el óvulo y los espermatozoides: mientras que el primero es grande y sólo se produce una vez cada más o menos 28 dias (en el caso de la especie humana), los segundos son pequeños y se producen millones constantemente. De lo que se deriva que mientras a la hembra, para garantizar la reproducción, le basta con ser fecundada por un espermatozoide (que es tanto como decir un macho), el |
A
esto habría que añadir una constante que se da en todos los mamíferos
—mucho más aún en los humanos— y que se denomina teoría de Trivers:
el gasto que supone la reproducción (gestación, crianza y cuidado de los descendientes) es infinitamente mayor
para las hembras que para los machos pues, entre otras cosas, el
coste energético del embarazo y la lactancia es muy alto. Y si tenemos en cuenta que esa energía imprescindible procede básicamente de los alimentos, no nos costará hacernos a la idea de hasta qué punto para ellas ha sido siempre mucho más importante que para ellos tener los alimentos asegurados. «A fin de cuentas, un macho |