Hembra joven (y guapa) busca macho poderoso para emparejarse. El reclamo muy bien hubiera podido aparecer en un hipotético rocoperiódíco (¿recuedan a Los Picapiedra?) publicado durante el Neolítico porque, poco más o menos, viene funcionando desde entonces. Pero es que entonces no había periódicos. Hoy si los hay y también revistas, incluidas las del corazón, y es ahí donde mayormente vemos a muchas y lustrosas parejas en las que el reclamo cuajó, se hizo carne y habita entre nosotros.

Mañana mismo tienen ustedes desposándose a uno de los más acabados ejemplos de este modelo: la precisamente modelo Nuria González, de 34 años, y al naviero y presidente de la Cámara de Comercio de Madrid Fernando FernándezTapias, de 65. Añadan también en la lista al banquero Alberto Cortina (55 años) y la campeona de España de tiro al plato Elena Cue (29); a Miranda (37 años) y al cantante Julio Iglesias( 59); a Patricia Way (27) y el tenor José Carreras (53)... Ya tantos otros.

Desde luego, salvo por lo abultado de sus cuentas bancarias, a nadie se le ocurrirá pensar que estas son parejas singulares. Como decíamos, el modelo hembra joven busca macho poderoso se repite desde hace miles años, en todas las culturas, y obedece a una ley labrada a fuego en los genes de todos los seres vivos: perpetuarse como especie a través de la reproducción y hacerlo de la manera más eficaz posible. Desde este punto de vista no nos  diferenciamos demasiado de nuestros primos los chimpancés. Que nadie se ofenda. «En el árbol de las especies, nos encuadramos en el orden de los primates», justifica Carlos Gil Burmann, profesor de Etología y Primatología en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid.

 ADAPTACIONES

Desde el año 87 trabaja este profesor con estos animales, analizando sus adaptaciones y comportamientos y alguna vez que otra haciendo estudios paralelos en los que los compara con los de la especie humana. Pero Carlos Gil Burmann tiene mucho que decir en esta historia y no sólo por su relación con los primates. En efecto, ha publicado recientemente (Psícothema), junto a Fernando Peláez y Susana Sánchez, una investigación sobre las pautas de emparejamiento en España y su encaje en las predicciones evolutivas (¿recuerdan a Charles Darwin, verdad?) cuyas conclusiones son en pocas palabras las mismas que la tesis de este artículo.

  Tras recoger al azar 7.415 anuncios publicados en la sección «relaciones estables/matrimonio» de varias revistas españolas, Burmann y sus compañeros

HEMBRA JOVEN/ MACHO PODEROSO

MAÑANA Fernández Tapias se casa con una mujer 31 años menor. ¿Es un comportamiento extraño una boda así? Esta investigación científica prueba que desde que el hombre era un mono, el «amor» no ha cambiado

medio muerto y renqueante todavía puede reproducirse, pero la hembra necesita estar sana y alimentada para hacerlo», ilustra Gil Burmann. Así es que: ¿cómo no iban a buscar las hembras de todos los mamíferos y en todos los tiempos machos fuertes que defendiesen su territorio frente a otros, les diesen estabilidad y les garantizasen los alimentos?  

Ya sólo queda un eslabón más en la cadena de explicaciones: ¿y cómo iba a conseguir una hembra que un macho fuerte se quedase a su lado si no es proporcionándole a cambio una accesibilidad sexual y una calidad genética para llevar la reproducción a cabo?

 

OBJETIVO:ACUMULAR

Con el tiempo, en nuestra especie, el objetivo de acumular alimentos devino en otro tipo de bienes y riquezas, y la exhibición de músculo o fortaleza física de los machos se transformó en exhibición de poderío socioeconómico que, generalmente, crece con la edad: aquí radica el éxito de los hombres maduros. Lo que no ha cambiado demasiado es la forma que tienen las mujeres de demostrar su calidad reproductora: exhibiendo juventud y un aspecto sano, que es lo mismo que decir bello.  

¿Y dónde queda el amor en todo esto? «El amor romático como lo entendemos hoy en día no tiene más de 150 años», puntualiza Rosa Maria Pereda, autora de El amor, una historia universal.  

Pero el enamoramiento es otra cosa. Es un estado fisiológico que desencadenan determinados neurotransmisores. ¿Significa eso que no se disparan esas sustancias cuando elegimos pareja por motivos tan interesados como los que hemos expuesto? Ni mucho menos. Lo explica Carlos Yela, profesor del Departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid y autor de El amor desde la psicología social. Ni tan libres ni tan racionales: «La atracción que sentimos ante la presencia del atractivo físico se dispara por dos grandes tipos de estímulos. Unos son incondicionados, es decir, son los que tenemos de manera natural y están asociados a la presencia de determinados rasgos, como los físicos. Otros son condicionados, o sea, aquellos que nosotros hemos asociado a los primeros a través del aprendizaje o la cultura y que pueden vincularse, por ejemplo, a manifestaciones como los recursos económicos o la elegancia».  

¿Pero en qué medida nos debemos a nuestra biología y en qué otra al aprendizaje y la cultura? Quizá la pregunta nunca llegue a estar resuelta.  

FLORA SAEZ

El Mundo/ Crónica/ Psicobiología/El Reino Animal.  13-X-2002

LOS MEJORES EJEMPLOS. De izquierda a derecha, el naviero Fernando Fernández-Tapias y la modelo Nuria González, que se casan mañana; el banquero Alberto Cortina y la campeona de España de tiro al plato Elena Cué; el cantante Julio Iglesias y su esposa Miranda; y el tenor José Carreras y Patricia Way. A todos ellos les separan más de 20 años.

LAS HEMBRAS DE LOS MAMIFEROS BUSCAN QUE LES ASEGUREN LOS ALIMENTOS

buscaron cuáles eran los rasgos más solicitados por hombres y mujeres y lospusieron en relación con los que ellos mismos decían tener. Resultado: mientras las mujeres buscan varones mayores con estatus y recursos y ofrecen atractivo físico, los varones buscan mujeres más jóvenes y atractivas y ofrecen a cambio estatus socioeconómico. Y un par de conclusiones más: cuanto más jóvenes son las mujeres la diferencia de edad que buscan en el hombre es mayor, mientras que en ellos sucede lo contrario (o sea, cuanto mayores son, buscan mujeres más jóvenes). También, que ellas son más selectivas que los varones (es decir, demandan un mayor número de rasgos) y que lo son en mayor medida cuanto más cerca están de la edad de apogeo reproductivo, es decir, en torno a los 23 años.  

David M. Buss realizó en 1989 el más vasto estudio que se 

conoce (analizó 37 culturas) sobre conductas de emparejamiento y llegó a las mismas conclusiones. ¿Pero por qué sucede así? Científicos como el propio Buss (La evolución del deseo, Alianza Editorial) y Carlos Gil Burmann tratan de explicarlo echando mano de la Biología y de las teorías evolucionistas.  

Todo parece remontarse a algo que se llama anisogamia y que no es otra cosa que la enorme diferencia que existe entre el óvulo y los espermatozoides: mientras que el primero es grande y sólo se produce una vez cada más o menos 28 dias (en el caso de la especie humana), los segundos son pequeños y se producen millones constantemente. De lo que se deriva que mientras a la hembra, para garantizar la reproducción, le basta con  ser fecundada por un espermatozoide (que es tanto como decir un macho), el 

macho tendería a diseminar y depositar sus espermatozoides en más de  una hembra para tener así más posibilidades de éxito. Tiene bastante lógica ¿no?

A esto habría que añadir una constante que se da en todos los mamíferos —mucho más aún en los humanos— y que se denomina teoría de Trivers: el gasto que supone la reproducción (gestación, crianza y cuidado de los descendientes) es infinitamente mayor para las hembras que para los machos pues, entre otras cosas, el coste energético del embarazo y la lactancia es muy alto.  

Y si tenemos en cuenta que esa energía imprescindible procede básicamente de los alimentos, no nos costará hacernos a la idea de hasta qué punto para ellas ha sido siempre mucho más importante que para ellos tener los alimentos asegurados. «A fin de cuentas, un macho